


Hace apenas un mes, la organización terrorista Estado Islámico llamó a sus seguidores a atacar a ciudadanos de Estados Unidos, Francia y otros países que se han unido a la coalición en su contra.
El 22 de septiembre, el vocero oficial del grupo militante, Abu Muhammad al-Adnani al-Shami, quien también es el emir de la organización en Siria, lanzó el siguiente mensaje amenazante:
“Maten a cualquier impío estadunidense o europeo —especialmente los malévolos y sucios franceses— o australiano o canadiense, o cualquier otro impío entre los impíos que hacen la guerra, incluyendo los ciudadanos que han entrado en la coalición contra el Estado Islámico”. Y agregó: “Confíen en Alá y mátenlos de la manera que puedan y como sea. Aplasten su cabeza con una piedra o degüéllenlo con un cuchillo, o atropéllenlo con su coche, o láncenlo desde un lugar alto, o ahórquenlo o envenénenlo”.
Un mes después, el llamado tuvo una escalofriante respuesta.
En Ottawa, un ciudadano canadiense convertido al islam mató, de un disparo a quemarropa, a un militar que montaba guardia en el National War Memorial, un monumento de granito que recuerda la participación del país en diversas guerras e incluye la Tumba del Soldado Desconocido.
Posteriormente, el atacante, identificado como Michael Zehaf-Bibeau, de 32 años de edad, se introdujo en el Parlamento, donde fue muerto por el responsable del protocolo de seguridad de la Legislatura, Kevin Vickers, antes de que pudiera hacer más daño.
Apenas el lunes pasado, en Montreal, otro converso al islam, Martin Couture-Rouleau, de 25 años de edad, había esperado dos horas en un estacionamiento antes de avistar a un par de soldados, sobre quienes lanzó su vehículo, atropellando y matando a uno de ellos. Posteriormente, fue alcanzado por disparos de la policía y murió camino al hospital.
En ambos casos, las autoridades canadienses sostienen que los ataques estuvieron “ligados con ideología terrorista”.
Aunque no está claro si Zehaf-Bibeau y Couture-Rouleau habían hecho contacto, los unía el hecho de haber sido identificados por los servicios de inteligencia de Canadá como islamistas radicales que tenían la intención de viajar a Oriente Medio, probablemente para unirse al Estado Islámico u otro grupo yihadista.
La Policía Real Montada de Canadá llevaba varios meses siguiendo la pista de Couture-Rouleau. En julio, su pasaporte fue confiscado cuando estaba a punto de tomar un vuelo a Turquía. En esa ocasión, no hubo suficiente evidencia en su contra para
detenerlo.
A Zehaf-Bibeau, quien mató a su víctima con un rifle, también le habían confiscado el pasaporte, de acuerdo con medios canadienses. El atacante tenía una larga lista de delitos en su historial, algunos de ellos relacionados con posesión de drogas, e incluso había estado
en prisión.
Ayer por la mañana se celebró una sesión del Parlamento en Ottawa, en la que el jefe de seguridad Kevin Vickers recibió una ovación de pie.
Hablaron el primer ministro Stephen Harper y el líder de la oposición, Tom Mulcair, del izquierdista Partido Nueva
Democracia.
El premier dijo que los ataques son “un sombrío recordatorio de que Canadá no es inmune a este tipo de ataques terroristas que hemos visto en otras partes del mundo”. Y agregó: “Son ataques a nuestro país, a nuestros valores, a nuestra sociedad y a un pueblo libre y democrático que promueve la dignidad humana para todos”.
Por su parte, Mulcair dijo que los hechos del miércoles se produjeron en el lugar mismo donde nos reunimos para intercambiar ideas y resolver nuestras diferencias pacíficamente”.
Sin embargo, añadió, los ataques “sólo han tenido éxito en acercarnos y fortalecernos”.
Pese a esas manifestaciones de unidad y llamados a mantener las libertades del país, los canadienses están preocupados por estos ataques del tipo “llanero
solitario”.
Después del asesinato de un soldado británico en Woolwich, Inglaterra, el año pasado, el Servicio de Seguridad e Inteligencia de Canadá hizo una advertencia pública sobre las vulnerabilidades del país contra acciones terroristas del islamismo radical.
“Ataques simples y directos, usando armas disponibles y preparaciones mínimas contra blancos indefensos son la mejor opción dadas las capacidades de la mayoría de los extremistas”, alertó.
En declaraciones al diario Toronto Star, Amarnath Amarasingam, especialista en reclutamiento de canadienses por parte del Estado Islámico, dijo que los recientes ataques concuerdan con los llamados del grupo yihadista.
“Si se impide que (los reclutas) viajen, entonces su opción es apoyar al califato realizando ataques en su país natal”.
Apuntes al margen
Ayer por la tarde, 27 días después de los ataques en Iguala, pidió licencia el mandatario guerrerense Ángel Aguirre Rivero. Cayó de la gubernatura de la misma manera en que subió a ella la primera vez, en 1996: por un acto represivo.
Una vez que sea procesada la solicitud de licencia, Guerrero tendrá su décimo tercer gobernador en 45 años. Los 12 anteriores duraron un promedio de tres años y nueve meses en el cargo. Desde 1951, la entidad ha tenido cinco mandatarios interinos.
Con el anuncio público de su retiro de la gubernatura, Aguirre madrugó al PRD, partido que lo postuló y lo apoyó en este trance, y cuya dirigencia celebraba una reunión tras de la cual pediría a Aguirre que solicitara licencia.


