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¡Tres millones de comidas!

Superiberia

Aunque no existen cifras al respecto, hay algunos investigadores que afirman que diariamente se sirven más de tres millones de comidas corridas, tan sólo en el DF. Sin embargo, hay quienes aseguran que esa cifra es modesta y en realidad es mas del doble por la gran cantidad de puestos informales que no aparecen en los registros.

Lo cierto es que hablar de las comidas corridas en nuestra gran urbe es una tradición que se remonta al México colonial y oficialmente, los cronistas de antaño, ya mencionaban al canal de La Viga como punto de comederos donde se ofrecían una entrada de sopa y arroz con algún guisado, aunque se dice que las fondas tal como las conocemos, se instauraron poco después del periodo revolucionario como una manera de dar servicio a los obreros, talleristas y oficinistas que buscaban rapidez y buen precio.

Las ofertas con menús a “tres tiempos” aparecieron en los barrios populares, para después extenderse al primer cuadro de la ciudad, mismo que representaba la verdadera mina de oro a ser conquistada. No obstante, en este negocio lo que más contaban eran las innovaciones y los dueños de algunas fondas cercanas al perímetro del Zócalo iniciaron una guerra por ganar a los comensales.

Atractivos como incluir una jarra de agua fresca, frijoles de la olla o una entrada de queso y aguacate con tortillas hechas en comal. Por supuesto no podía faltar el postre, antaño llamado “dulce” a secas, el cual se cobró al principio en la mayoría de los establecimientos, pero muy pronto los dueños rectificaron su error y se convirtió en parte del menú.

Para quienes debían atenerse a un presupuesto semanal para calmar el rugir de la panza, los bajos precios seguían siendo el factor principal a la hora de elegir un changarro.

A partir de los años 40, la mayoría de los mercados de abasto popular ofrecieron productos a granel pensados en las fondas. Lo malo es que a causa de la mencionada necesidad de mantener los precios bajos, muy pronto se comenzó a considerar a dicho rubro de mercancías como el botadero para todo lo que les sobraba a los productores… es decir, frijol con muchos gorgojos y piedras, huevos pasados, verduras mallugadas, queso con el sabor y la consistencia de la cera, así como carnes de dudosa procedencia.

Todos estos productos de mala calidad comenzaron a invadir, para riesgo del cliente, las cocinas de estos changarros, cuyos dueños, creyendo que la clientela era tonta, cambiaban calidad por ganancias esporádicas, aunque al final estuviesen financiando su propio entierro comercial.

Sólo algunos fonderos inteligentes no se fueron con la finta y mantuvieron un menú respetable, aunque hubiese menos marmaja para el bolsillo, pues a la larga, la clientela retornaba a donde había calidad casera y no un montón de mercenarios del cucharón.

Algunos aseguran que el término “comida corrida” se popularizó primero en las colonias Hidalgo y Obrera, en una fonda llamada La Galla, donde en mesas de tablón servían los tres guisados a la manera de comedor de regimiento. De hecho afirma haber visto por primera vez la frase “Corrida de hoy”, escrito en un pizarrón de este establecimiento.

Muchos lectores han manifestado su indignación por los productos cada vez más químicos y procesados que se utilizan para abaratar los costos y que no son vigilados por la Secretaría de Salud, entre ellos quesos sin marca, aceites en botellas de galón, embutidos clandestinos y cereales en costal.

Sin embargo, también hay excepciones, y aunque muchos lectores nos mandan las recomendaciones de los sitios con buenas comidas, por lo menos una docena coincide en la calidad de la fonda Los Cocoteros, ubicada en Concepción Beistegui y Av. Colonia del Valle, donde la tradición de la tortilla hecha a mano y los buenos ingredientes siguen atrayendo clientes. Sin duda la mejor publicidad para uno de estos negocios, es la que se da siempre de boca en boca.

 

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