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VÍCTIMAS Y MÁRTIRES

Superiberia

 Por: Andrés Timoteo  /  columnista

A la ristra dolorosa de jóvenes –hombres y mujeres- engullidos por la “ola” de violencia en Veracruz, se acaba de engarzar el caso de la adolescente Kimberly Kristel Jalil Rosete, originaria de Orizaba y que permanecía en calidad de desaparecida desde el 29 de noviembre de 2017. Ya no está ausente. Sus restos se localizaron en una fosa clandestina ubicada en un paraje del municipio de Ixtaczoquitlán.

Kimberly tenía 17 años cuando desapareció. Hubo denuncia; se hicieron pesquisas, pero no se le pudo recuperar con vida. Su cadáver se localizó tras  la confesión de dos sujetos involucrados en su plagio que fueron detenidos hace días, según afirman las autoridades. Kimberly es el nuevo nombre de una historia vieja, de muchas historias ya sabidas y ya lloradas. ¿Cuántas jovencitas hay desaparecidas en Veracruz? Cientos, quizás miles. ¿Cuántas han sido localizadas ya sea vivas o muertas? Pocas en comparación con los reportes de ausencias. De la mayoría no se ha vuelto a saber nada.

El caso nos regresa a la realidad descarnada de que Veracruz es una estepa donde los lobos deambulan noche y día, y saltan sobre nuestros jóvenes. Es responsabilidad de las autoridades, por supuesto, ubicar y enjaular a esos lobos, pero también es responsabilidad de los padres de familia cuidar a las potenciales víctimas de las jaurías. En un contexto de “guerra irregular” nadie se debe confiar de una acción institucional porque esa confianza es la diferencia entre la vida, la muerte y la ausencia eterna.

La zona Centro y en concreto el corredor fabril de Orizaba es uno de los puntos de alto riesgo para las mujeres por los feminicidios y las desapariciones forzadas. Las carreteras que conducen hasta Puebla se convirtieron desde hace tiempo en tiraderos de cadáveres y cementerios clandestinos. Diversas organizaciones –una de ellas el Colectivo Cihuatlahtolli- han alzado la voz de alerta desde hace muchos años, denunciando tal fenómeno. Pero han dado gritos en el desierto, porque no han sido escuchados ni por las autoridades ni por la población misma que actúa como si nada sucediera.

Pues bien, con este escenario trágico, paralelamente crece otro fenómeno no menos trágico por las implicaciones que genera: la mitificación de las víctimas y el abuso de esa condición. Es cierto que hay la urgencia de atender, proteger y acercar justicia a las víctimas de este tipo de fenómenos. La víctima es un ser especial con el cual la sociedad y las instituciones tienen una deuda: tratar de resarcir el daño, aminorar el dolor y evitar que se multipliquen. La aplicación de la  justicia es el mejor camino.

Pero, ¡cuidado!, en este contexto también hay un abuso del papel de víctimas, cuando éstas se convierten en “sagradas” y de la atención debida se pasa a los “privilegios” indebidos. Es un tema muy polémico, pero que debe abordarse, porque en Veracruz se observa dicha transmutación. Vemos, por ejemplo, Colectivos de familiares de desaparecidos que de la petición justa pasan a los gritos, las patadas, los sombrerazos y la distorsión de sus exigencias. Hay lideresas acusadas de amenazarse entre sí por ocupar lugares privilegiados, acaparar la atención mediática o hacerse de recursos monetarios con la bandera del sufrimiento.

Las víctimas indirectas –es decir, familiares- pasan a convertirse en “mártires mediáticos” que acusan a diestra y siniestra, y se sienten merecedores de un trato excepcional de las autoridades –el caso del Colectivo Solecito con sus escándalos internos, es muestra de ello- y eso debe evitarse. Impedir que las víctimas sean subidas en un altar en lugar de ubicarlas en su debido contexto histórico para facilitar la justicia sin eternizarlas en ese papel.

El investigador colombiano Juan David Villa Gómez, en su libro “Nombrar lo innombrable” que analiza a las víctimas del conflicto armado en Colombia, advierte sobre la peligrosidad de construir discursos políticos e ideológicos para convertir a esas víctimas en santos vivientes, en personas intocables, en mitos, porque eso abre la puerta al abuso de dicho estatus. Sacralizada, la víctima puede hacer lo que quiera y todo está justificado. No, y hay que estar con eso. Las víctimas requieren justicia y la verdad de los hechos, no adoración ciega ni patentes de corso.

Ya mencionamos los escándalos y acusaciones mutuas en Colectivos como Solecito que han llenado planas periodísticas porque alimenta el morbo popular, porque “los buenos se pelean y se destapan sus enaguas”, pero también está otro caso lamentable, el de la activista orizabeña, Araceli Salcedo Jiménez, presidenta del Colectivo de Familiares de Desaparecidos Orizaba-Córdoba, quien ahora dejará de buscar a los desaparecidos para buscar un cargo popular auspiciada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

Habrá quien argumente que una postulación de Salcedo a un cargo legislativo -se menciona que será candidata a la Diputación Federal-  servirá para “empoderar” a las víctimas y desde los espacios de decisiones –en este caso el Congreso de la Unión-  impulsar leyes o políticas públicas para ayudar a la búsqueda de los ausentes y a impartir justicia. Sin embargo, la transmutación de víctima a político no deja de ser posición azarosa que se presta a las dudas. De víctima a Diputada, el zapatero que deja su zapato para hacer política          partidista.

La manta de lecturas se expande y con mordacidad. ¿Sobre fosas clandestinas se construyen carreras políticas? O, ¿los desaparecidos serán ahora una bandera electoral, ondeada por Morena? Y, ¿mezclar un activismo legítimo -por un agravio tan doloroso- con la política partidista es moral y éticamente viable? La experiencia ha enseñado que la mayoría de activistas que dejan a un lado sus causas para volverse políticos ni dan resultados ni regresan a vivir en la honrada medianía. La política es un tragadero de hombres, diría el bien estimado maestro y periodista Luis Velázquez.

 

VENTRILOQUIA

Por cierto, hablando de Morena, los veracruzanos pueden darse el lujo de elegir a un rebuznante para la Gubernatura. Deprime escuchar al precandidato de Morena, Cuitláhuac García, cuando habla, pues no le hace honor a su profesión de académico de la UV. Hombre sin ideas propias y sin la retórica básica –vaya, ahí hasta el priista José Yunes le gana-. Por ejemplo, el pasado miércoles en Xalapa, los compañeros reporteros le preguntaron sobre su propuesta para resolver el problema de la inseguridad. Su respuesta fue entre el intríngulis y el cantinfleo.

“Lo que hay que hacer es muy simple, darle una forma honesta de vivir a la gente, si no le das una forma honesta de vivir a la gente vamos a tener esa presión social en la que los jóvenes terminan en la delincuencia juvenil (sic), terminan escalando sus (sic) niveles de delincuencia y capturados por la delincuencia organizada. También vamos a darle a los policías una forma honesta de vivir y vamos atender al campo, que obviamente involucra llevar el estado (sic) a esos esfuerzos (sic), todo esto forma parte del Plan Integral de Seguridad”. ¿Qué quiso decir?

Es evidente que sin Andrés Manuel López Obrador haciendo ventriloquia –hablando por él- el señor García Jiménez no tiene discurso ni propuesta. Necesita esa muletilla, recuerden que en el 2016 tuvo que andar cargando un monigote de cartón con la fotografía del tabasqueño para sentirse seguro en sus mítines. No se equivoquen, aun con el título de maestro y los estudios de posgrado en el extranjero, Cuitláhuac García también es un analfabeta funcional. Lo exhibe sin pudor.

De pilón, se acaba de incorporar a Morena el exalcalde xalapeño Rafael Hernández Villalpando, fue presentado por el propio Cuitláhuac García. Se especula que en los próximos días también se unirán a ese Partido Ranulfo Márquez, el operador electoral “estrella” de la fidelidad, y  otro exedil xalapeño, Reynaldo Escobar Pérez, secretario de Gobierno con el innombrable y procurador de justicia con Javier Duarte. De miedo, ¿no?

 

HUATUSCO, ‘LA GATACHACA’

Mal y de malas. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) postulará como candidata a la Diputación Federal en el Distrito de Huatusco a la exalcaldesa de Soledad de Doblado, Martha Utrera Ortega, una tipa de cuidado, tan peligrosa como cualquier cacique varón. La señora Utrera no sólo heredó el Ayuntamiento a su hija, Martha Ximena Rodríguez Utrera, sino que forma parte de una de las familias más cuestionadas de la región que llevan años turnándose el mando     municipal.

A la familia Utrera se le conoce con el apodo de “Los Gatachacas” y durante las últimas dos décadas ha sido señalada de estar involucrada con grupos fuera de la Ley. Pese a tal fama, ahora la señora va a pedir el voto a los ciudadanos de los municipios de Camarón de Tejeda, Carrillo Puerto, Comapa, Cotaxtla, Cuitláhuac, Huatusco, Ignacio de la Llave, Paso del Macho, Paso de Ovejas, Sochiapa, Soledad de Doblado, Tierra Blanca, Tlalixcoyan y Zentla, que conforman el Distrito 13.

Utrera Ortega le ganó el “brinco” a la exalcaldesa de Comapa, Aurora Cantón Croda, protegida del diputado federal, Jorge Carvallo Delfín, y quien también le heredó el Ayuntamiento a su hermana de nombre Carmen. Pero si bien es cierto que la señora Cantón Croda no logró la candidatura, el Distrito sigue siendo territorio de Carvallo Delfín, al menos en cuestión electoral, pues la exalcaldesa de Soledad de Doblado también está ligada a ese fidelista.

No hay que olvidar que Carvallo Delfín colocó durante los cuatro años que duró el Gobierno Municipal de Soledad de Doblado a los responsables de las principales carteras, como al tesorero, Julio César Jiménez Solís, a través del cual controló y se transó el presupuesto. Por cierto, la semana pasada, Carvallo Delfín reapareció en Huatusco, acompañando al delegado de la SCT, Ricardo Ortíz Estrade, en una encerrona con la alcaldesa de papel, Balducina Tejeda y el alcalde de facto, Miguel Ángel Sedas, nada da para refrendar quien es su jefe político.

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