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¿Ya casi la Cuba libre?

Superiberia

 

Una historia que empezó en México, ya pareció dar sus primeros pasos hacia el fin definitivo. 

Una historia que tuvo su casa de seguridad en la calle de Emilio Castelar, en la desde entonces exclusiva colonia Polanco. 

Una historia que pudo gestarse por las cercanías afectivas de un profesor llamado Carlos Hank González, el fundador del hoy renovado Grupo Atlacomulco. Una historia que pasó por la Ciudad de México, el Valle de Chalco y, sobre todo, Veracruz. Una historia que se empieza contando con el arribo de unos guerrilleros cubanos a México, su detención en nuestro territorio, su liberación y su posterior partida hacia Cuba a realizar la revolución que terminaría con el régimen de Fulgencio Batista. 

Fue en México en donde Fidel Castro Ruz planeó, entrenó y zarpó con sus hombres, a bordo del Granma, hacia las costas del país en el que triunfaría e impondría la revolución —convertida desde su principio
en dictadura. 

Animal político acabadísimo como siempre lo fue, Fernando Gutiérrez Barrios fue pieza clave en el armado de la empresa
revolucionaria. 

Tras detener a Castro trabó amistad con él y lo protegió de las órdenes de extradición que había en su contra en Cuba y en Estados Unidos. 

Cuenta la leyenda que fue él (a quien a la postre le pondrían una estatua en La Habana) quien consiguió (y presumiblemente financiaran él y el profe Hank) el pequeño buque en el que partirían y las armas con que derrocarían al régimen de Batista. 

Animal político de pie a cabeza, tal vez Gutiérrez Barrios (quien a la postre ganaría el sobrenombre de Policía Caballero, apodo elogioso en boca del propio Fidel) sabía que los tiempos políticos globales entraban en un momento de polaridad entre las dos potencias triunfadoras de la Segunda Guerra Mundial: los estadunidenses y los soviéticos. 

Si de equilibrios se trataba, mejor idea era que la revolución se hiciera en Cuba y no en territorio nacional. Una historia que comenzó en el Café La Habana, cerquita de la Secretaría de Gobernación, y que hoy parece acercarse a su inevitable fin…

Al histórico 26 de julio de 1953, hoy se suma el histórico 17 de diciembre de 2014. 

Por la mañana, tras más de 50 años de una extremadamente tensa relación, Estados Unidos y Cuba anunciaron que reanudarán relaciones diplomáticas, una posibilidad que hasta hace un par de días se veía impensable. Más de 50 años y una decena de presidentes
estadunidenses. 

Por fin, Barack Obama dio el golpe por el que, (adicionalmente a su origen afroamericano) seguramente pasará a la historia. Un tema que ya rondaba en Washington desde hacía unos años: el fin del embargo a la isla como el último episodio de la Guerra Fría que conocimos en el siglo XX.

Aunque no es el fin. Lo anunciado ayer todavía no define mucho. Es un paso importantísimo, sí, pero Raúl Castro decía ayer que nada se resuelve sino hasta que se levante
el embargo. 

En EU, lo dicho por Barack Obama aún debe pasar por el Congreso, curiosamente conformado en mayoría por republicanos, primeros enemigos del régimen castrista. 

Así que no se antoja ni tan fácil ni tan rápido que veamos listas las embajadas y abiertas de estos países en sus respectivas capitales.

Por lo pronto, está lo obvio: éste es también un triunfo del papa Francisco, ése que en tan poco tiempo se ha anotado muchos triunfos, y éste estratégico movimiento digno de un líder global —así nomás, sin el sustantivo de religioso. 

Él fue el mediador que logró lo que nadie pudo en años, ni siquiera nuestro país. 

Sin duda, también es un mensaje que Washington envía a quienes ahora son sus dos más incómodas piedras en el zapato. Venezuela se queda ahora totalmente sola en su lucha contra el “imperialismo yanqui”. 

Nicolás Maduro sin Chávez y ahora sin los Castro es poco menos que nada. Y, en segundo lugar, el eco también tendrá sus efectos en el ya de todos sabido recrudecimiento de la relación EU y la Rusia de Vladimir Putin —que en pocos meses pasó de país amenazante a país en declive. 

El rublo por los suelos, una caída de hasta 4.7% de su PIB para el próximo año y, ahora, con su única sobrevivente ficha del tablero de América del Norte haciendo las paces con el más añejo de sus enemigos.

Nada es casualidad. Y, en política, mucho menos. El restablecimiento de las relaciones EU-Cuba es un hecho histórico que, si me permite decirlo, jamás pensé ver antes de la muerte de Fidel Castro. 

A muchos no debió caerles bien la noticia, pero se tendrán que acostumbrar a que el siglo XX ha quedado atrás y en éste, el XXI, una nueva era se asoma para los dos países. Aunque deberá ser el pueblo cubano el mayor beneficiado. 

Y hay que añadir: por geografía y su histórica mediación entre ambos países, México debería tener un papel relevantísimo en el armado del nuevo ciclo para esta región continental. Compartiendo las aguas del Golfo de México, el destino de nuestras tres naciones parece inevitablemente entretejido. No me negará, querido lector, que sería poco más que una curiosidad histórica que si la Revolución Cubana empezó promovida por la mano del PRI y del Grupo Atlacomulco, el fin de la dictadura castrista y su transición hacia la democracia tuviera a los mismos protagonistas como promotores (y, entonces, tal vez en el más allá, esbozaría, nuevamente, su discreta sonrisa el mítico Gutiérrez Barrios…).

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