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Ya había visto la película

Superiberia

Por: Catón  /  columnista

Ya había visto la película

Amaneció por fin, y con la primera luz del nuevo día llegó a su final la noche de bodas. Antes de echarse a dormir el flamante marido le dijo a su exhausta mujercita: “Florisel: quiero que sepas que gasté 5 mil pesos en la boda”. “Y ¿a qué viene eso?” –preguntó ella a sin entender. “Lleva la cuenta -le pidió el desposado-. Esta noche desquitaste los tres primeros pesos”… Bustilia, muchacha de buen ver y de mejor tocar, invitó a Babalucas a ir al cine. Le dijo, sugestiva: “Hay un rincón en la sala que tiene solamente dos butacas. A él no llega la luz de la pantalla. Nadie pasa nunca por ahí; nadie se sienta cerca. Podemos hacer cosas sin que nos vea nadie”’. Babalucas aceptó. En efecto, fueron al cine y ocuparon el discreto rinconcito.

Tan pronto se apagó la luz y empezó la proyección del film la muchacha se acercó, incitante, a Babalucas y le ofreció los labios para el primer beso. Se sorprendió, cuando el badulaque le dijo: “Vámonos”. “¿Por qué?” -quiso saber ella, desconcertada. Respondió el tontiloco poniéndose de pie para marcharse: “Ya vi la película”… Una amiga le preguntó a Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne: “¿Qué prefieres en las mujeres: muslos gruesos o muslos delgados?”. Respondió el salaz sujeto: “Si quieres que te diga la verdad, más bien prefiero lo intermedio”… Don Agapito, señor de edad madura, les recomendó a ciertos amigos suyos de su misma edad una lujosa casa de mala nota. Les apuntó la dirección del establecimiento y les dijo que él mismo haría la reservación correspondiente, pero que no podría acompañarlos por causas de fuerza menor. Se refería a su edad y condición física. Llegaron los amigos al congal, burdel, lupanar o mancebía, y uno de ellos llamó a la puerta.

Por un ventanillo asomó la dueña del local. Dijo uno de los visitantes: “Venimos de parte de Agapito”. Inquirió la madama: “¿Cuántos son?”. Respondió el otro: “Cuatro, sin Pito”. Preguntó la mujer: “¿Entonces a qué vienen?”. (No le entendí)… El poder absoluto no sólo corrompe absolutamente: también jode a aquéllos sobre quienes se ejerce. El caso de Venezuela, a más de ser trágico, ilustra sobradamente los enormes daños que un gobernante puede hacer cuando no tiene frente a sí otras fuerzas que le sirvan de contrapeso y pongan freno a sus desmanes. Chávez primero, y Maduro después, llevaron a esa Nación hermana a la peor etapa de su historia. Lo dicen los cientos de miles de venezolanos que se han visto en la necesidad de emigrar por causa de las deplorables condiciones de vida que privan ahora en esa Nación, antes próspera y boyante. Cuidado con el poder sin límites. Es el mayor peligro para cualquier País… Le dijo un tipo a otro: “Sufro una angustia grande. Mi hijo mayor cumplió 25 años. Es decente; trabajador; no fuma; no bebe; no le gusta el juego; no se desvela con mujeres…”. “¿Y por qué te angustias? -se extrañó el amigo-.

Parece un muchacho modelo”. “Precisamente -dijo el tipo-. Sospecho que mi esposa me engañó. ¡Es imposible que yo sea el padre de un hijo así!”… Himenia Camafría, madura señorita soltera, y su amiguita Solicia Sinpitier, célibe también, estaban viendo un documental sobre los parques nacionales de Estados Unidos. Dijo la señorita Himenia: “¡Cómo me gustaría ver el Gran Cañón del Colorado!”. “A mí también -comentó la otra-. Y además los pelirrojos tienen fama de ser apasionados”… Doña Macalota, la mujer de don Chinguetas, sorprendió a su marido en el lecho conyugal con una estupenda morenaza. Antes de que la estupefacta señora pudiera articular palabra su casquivano esposo le dijo: “El médico lo único que me prohibió fue el tabaco y el alcohol”… FIN.

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