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500 años de política

Superiberia

Parto de un hecho elemental: la política forma parte de nuestra vida cotidiana de muy diversas maneras. Hablamos de ella con nuestros familiares y amigos; la oímos mencionar en la calle, en los restaurantes y en el transporte público; los medios de comunicación la abordan permanentemente; una buena porción de los asuntos que se discuten en las redes sociales también tienen que ver con la política y el tema del momento.

No obstante, a veces conviene alzar la mirada y contemplarla con un poco de distancia para entenderla mejor. Eso es lo que se antoja ahora que se cumplen 500 años de El Príncipe (1513) de Nicolás Maquiavelo, libro que se considera fundador de la política moderna.

La grandeza de su pensamiento consistió en que visualizó un Estado nacional que aún no existía y que tardaría tres siglos en constituirse. En ese entonces, en efecto, la península itálica estaba dividida en cinco reinos: Nápoles, al sur; el ducado de Milán, al noreste; la república de Florencia, en la parte centro-norte; y los Estados papales, en la región central. El problema era que no aparecía algún poder capaz de resolver la anarquía imperante. Por eso Maquiavelo pensó, idealmente, en un príncipe que viniera a poner orden y constituyera el Estado como unidad soberana.

“El Secretario de la Señoría”, ciertamente, es conocido por El Príncipe, sin embargo, pocos saben que también escribió otras obras de altos vuelos como los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, cuya elaboración comenzó también en 1513.

En el primero hace una alabanza de las monarquías, en tanto que en el segundo defiende a la república. Parecería, pues, que existiese una contradicción entre ambos; pero no es así, porque para Maquiavelo “es necesario recurrir al gobierno de un hombre cuando es necesario y a la república cuando es posible”. El principado es indispensable cuando se construye el Estado para concentrar el poder; más adelante, cuando las instituciones públicas han sido consolidadas, es preciso establecer la república para distribuir el poder.

Bajo esta perspectiva, ¿en qué momento está México? A mi entender está a mitad de camino entre una etapa y otra. Dejar atrás el gobierno de un hombre (presidencialismo) y pasar a constituirse como una verdadera república (democrática). Doble tarea: esa república tiene que reconstituir las instituciones y leyes para hacer efectivo el poder del Estado nacional.

Como sea, lo que aquí me interesa resaltar es que para Maquiavelo el secreto de la política no está en producir la estabilidad social con base en la parálisis, sino en hacer que las instituciones canalicen sabiamente la efervescencia popular. Extrayendo lecciones del ejemplo de Roma dice: “Sostengo que quienes censuraron los conflictos entre la nobleza y el pueblo, condenan lo que fue la primera causa de la libertad de Roma, teniendo más en cuenta los tumultos y desórdenes ocurridos que los buenos ejemplos que produjeron, y sin considerar que en toda república hay dos partidos, el de los nobles y el del pueblo. Todas las leyes que se hacen a favor de la libertad nacen del desacuerdo entre estos dos partidos” (Maquiavelo, Obras Políticas, La Habana, ICL, s/f, p. 68).

Para Norberto Bobbio, estas palabras son una anticipación de la concepción moderna de la política: el conflicto regulado es lo que produce la salud de la república: “La importancia de una afirmación de esta naturaleza jamás será resaltada suficientemente. Tal afirmación expresa, claramente, una nueva visión de la historia, una visión que podemos llamar verdaderamente ‘moderna’.” (La teoría de las formas de gobierno, México, FCE, 1992, p. 78)

El reto para los líderes republicanos consiste, pues, en adecuar las instituciones al momento histórico que se vive. Esto con el propósito de encauzar las energías sociales por una senda constructiva. 

 

Profesor de Humanidades del ITESM-CCM

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