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Añoranzas y cierre de diarios

Superiberia

Por Verónica Carbajal García  /  columnista

En la memoria está aún la imagen de aquella oficina en la calle de Sur 5, un local pequeño donde a primera vista estaban las máquinas de escribir mecánicas sobre escritorios de madera, apretados, pesados, con cajones a los lados que guardaban de todo junto a los “bonches” de notas escritas en hojas de papel revolución, todo revuelto con delgadas hojas de papel “calca” con las que hacíamos copias -una para el director, otra para el jefe de información, otra para nosotros, otra…  inevitablemente nos quedaban las yemas de los dedos manchados de negro.

Sobre los escritorios también las grandes páginas de El Sol de Orizaba, estándar, con olor a tinta que sí, también manchaba los dedos al hojearlo. Las libretas alargadas de taquigrafía que al paso de los años si se guardaban, hacían montones. Otros tiempos, diríamos en sobremesa de amigos periodistas.

Cuando me enteré hace unos días, el lunes 26 de noviembre para ser exactos, del cierre de los “soles” en Córdoba y Orizaba, no pude evitar los recuerdos de mi paso por ese diario, y en específico aquella oficina que me tocó respirar; pero la añoranza vino junto con la reflexión en torno a los muchos cambios que en menos de tres décadas han sufrido los medios de comunicación en esta ciudad y en todo el hermoso Estado de Veracruz.

El dato conocido a través de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas,  es de 42 medios cerrados este año en la entidad, incluidos los dos “Soles”. Muestra de la conocida crisis en medios, y de la urgente necesidad de reinventarse para aquellos que sobreviven.

Una crisis, que no es sólo de nuestra Entidad o el País, sino mundial, tanto que ha generado estudios en torno a lo que espera en específico a los periódicos para los siguientes años en todos los continentes, como el elaborado y publicado hace ocho años por Ross Dawson “líder futurista, orador, asesor de estrategia y autor con gran éxito de ventas” dice su blog, y que visto a la distancia parece estar en lo correcto.

Se trató de una infografía que abarcó de los años 2017 al 2040 y señala la desaparición paulatina de la prensa, un proceso de extinción que habría empezado por los países más desarrollados como Estados Unidos, seguido por otros de Europa, luego Sudamérica, África y sur de Asia como los más rezagados por vivir situaciones económico-sociales difíciles. Entre las razones: El incremento del uso y función de teléfonos móviles, el aumento de tabletas y e-readers, cambios en los costos de producción e impresión de los periódicos, traslado de inversión publicitaria a otros medios -especialmente internet-, el desarrollo de plataformas abiertas; y yo agregaría el hecho de que los medios siguen esperando sobrevivir de los recursos obtenidos de los gobiernos, sin buscar otras alternativas.

Esa desaparición de diarios es una realidad. Los periódicos, negocio de alguien, fueron alguna vez bastante redituables en México, pero están dejando de serlo.

En Orizaba, recuerdo la publicación hace más de 20 años del diario ABC; más cercano, El Diario de Orizaba, y El Heraldo, ambos de corta vida; revistas de sociales o de corte político-local han sido varias, sin sobrevivir alguna. La vida del reportero empieza en un medio, y transcurre en muchos otros.

La reinvención es lo que queda a los sobrevivientes, evolucionar, digitalizarse, en definitiva, ver al futuro con otros ojos. Al menos así lo creo. Ahora, desde mi silla ‘poltrona’ de madera, amplia, de brazos anchos donde puedo asentar mis codos quietamente; de asiento y respaldo acojinado y de suave tela estampada, me da por recordar la calidez de aquella oficina donde hice mis “prácticas” al salir de la universidad y tuve mis primeras experiencias como periodista. Las mañanas con prisa recibiendo órdenes de trabajo, los mediodías entre teclazos, las bromas, risas, cuestionamientos, las tardes de guardia. Los entrañables compañeros, algunos fueron mis maestros y con otros llegamos a ser grandes amigos. Desde mi poltrona, filtro noticias para creerlas, o tal vez no. Desde mi poltrona digo: larga vida a
EL BUEN TONO

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