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Superiberia

El factor que de manera formidable impulsó la carrera política de Barack Obama puede cavar políticamente su tumba. Y ésta es justo una semana clave para atajar ese augurio.

El próximo viernes, de acuerdo con un anuncio de la Casa Blanca, Obama pronunciará un discurso en el que dirá cómo reformará el sistema de inteligencia que ejerce su país, consecuencia de las incesantes revelaciones de Edward Snowden y que le han restado ese brillo progresista que hacía parecer al actual mandatario distinto a sus predecesores, los típicos halcones cuya prioridad siempre fue convertir a la Unión Americana en policía del mundo.

Pero, más allá del escándalo internacional, lo que verdaderamente angustia a la administración demócrata es el fiasco de healthcare.gov; de acuerdo con The Washington Post, el sitio web del proyecto estelar de Obama tendrá un nuevo operador en los próximos días debido a que todavía presenta fallas estructurales, aún cuando ya se logró resolver parte del problema técnico que impedía a la gente acceder y navegar con fluidez por esa página.

De acuerdo con fuentes anónimas citadas por el diario, propiedad de Jeff Bezos, el gobierno no renovará su contrato con la compañía CGI Federal, al concluir que fue incapaz de proveer un soporte informático eficiente al programa para adquirir el seguro obligatorio de salud y firmará en breve un contrato de 90 millones de dólares por un año con la multinacional Accenture.

Lejanos parecen aquellos días de 2008 cuando el entonces senador por Illinois mostró cómo competir electoralmente en los canales tradicionales de Washington pero cambiando por completo los códigos de comunicación con los electores (específicamente los jóvenes) mediante el contacto vía internet.

Para efectos de contraste, vale la pena revisar la película Game Change (2012), dirigida por Jay Roach y protagonizada por Julianne Moore y Ed Harris en los papeles de Sarah Palin y John McCain, respectivamente, y que refleja las tensiones internas de la campaña republicana de 2008, sobre todo cuando la ignorancia de la gobernadora de Alaska en política exterior fue evidenciada en las entrevistas televisivas que no se quedaban sólo en el recuerdo de los electores, sino que se reproducían hasta el hartazgo en YouTube, una tecnología emergente cuyos efectos eran incapaces de comprender.

En cambio, para esas fechas, Obama ya les llevaba una delantera notable en el manejo de ese canal de videos y de las incipientes redes sociales. Utilizó éstas tanto como el correo electrónico, los mensajes telefónicos y los videojuegos en línea para replicar el mensaje “Yes, we can” y recaudar fondos. Es de dominio público que esta innovadora estrategia surgió del hoy mítico encuentro en 2007 entre Obama y el fundador de Netscape y directivo de Facebook, Marc Andreessen, quien, por cierto, prefirió en 2012 apoyar con su dinero la campaña de Mitt Romney.

Con Obama, la Casa Blanca fue consecuente en esta táctica y logró imprimirle a su sitio de internet una imagen fresca al difundir fotografías que muestran con naturalidad la vida cotidiana de sus inquilinos. Sin embargo, el lenguaje en la red es de ida y vuelta y el mandatario ha debido pagar en las redes sociales el costo de la selfie que se tomó en los funerales de Nelson Mandela, que convirtieron su rostro y el de su esposa Michelle en la comidilla del día.

¿Cuál es la diferencia entre el revolucionario portal de campaña mybarackobama.com y el desastroso healthcare.gov? Según Kyle Cheney, del sitio Politico.com, el problema es el código… en su acepción como software. Se trata del lenguaje mediante el cual se ejecutan las órdenes informáticas que se emiten desde el cerebro de la computadora y que, en el caso del segundo, aún es incapaz de procesar con rapidez las diferentes variables de información que implican inscribir a millones de personas elegibles para el seguro médico, recopilar los datos que de ellas posean al menos cinco dependencias federales, calcular las cantidades que se enviarán a las aseguradoras por concepto de subsidio y tabular con precisión cuántos compradores pagaron ya sus primas para acceder a la cobertura sanitaria.

En noviembre pasado, un desesperado Obama dijo que él mismo deseaba arreglar el sitio con sus propias manos pero, aclaró, “yo no escribo códigos”. Ya va siendo hora de que resurja aquel talento capaz de reinventar la comunicación política desde una modesta Blackberry.

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