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De pactos a pactos

Superiberia

Me queda claro que la postura del Ejecutivo federal sobre el Pacto por México no puede ser distinta. Este país necesita de urgentes transformaciones que no pueden ser alcanzadas sino mediante reformas legislativas de gran calado (mal dicen los amantes de los barcos). Sé que existe una gran cantidad de “pactofílicos”, como mi querido compañero y articulista de este diario, Pepe Buendía, que ven en el Pacto el instrumento y la vía para la transformación final de México. Me parece que se agarran de un clavo ardiente.

Sin duda uno de los mejores libros que he leído se llama Anatomía de un instante, de Javier Cercas. En un principio el autor pretendía hacer una novela del golpe de Estado que en apariencia comandaba el teniente coronel Tejero. Dice el autor en el texto que al tener a su disposición la información al respecto de este capítulo fundamental en la historia de  España decidió que no merecía ser una novela sino una investigación periodística. Cercas narra la decisión de tres personajes, fundamentales en el Congreso español, de no tirarse al piso en el momento en que empieza el tiroteo de la Guardia Civil, comandada por Tejero. Uno de ellos es Adolfo Suárez, presidente español de la transición, otro es Gutiérrez Mellado el militar más cercano a Suárez, y el tercero, Santiago Carrillo, el líder de la izquierda española.

A través del análisis de la decisión de estos tres personajes de aceptar una presunta muerte por no proteger su vida debajo de las curules, Javier Cercas hace un análisis magistral de las condiciones históricas y políticas de la España de los 70 y 80. En esa España convulsionada se dieron a luz los famosos pactos de la Moncloa, en donde Adolfo Suárez fue nombrado Presidente por intercesión del rey Juan Carlos y sorprendentemente se alejó de las posturas de Franco para instalarse en una doctrina más democrática que la de cualquier otro político de su época. En ese entonces los pactos de la Moncloa fueron, sin exagerar, el instrumento que permitió la supervivencia del Estado español. Los firmantes de este documento fueron Felipe González por el PSOE, Adolfo Calvo-Sotelo por el UCD, Santiago Carrillo por el partido Comunista de España y Enrique Tierno Galván por el PSP, entre los más importantes. Estos pactos se refieren a aspectos tan importantes en la vida política y social de España como la gobernabilidad del ámbito laboral, pero llegan en un momento en que España no tenía opción.

El Pacto por México nace en condiciones totalmente distintas. En primer lugar, en el marco de una profunda división en el seno del PAN y del PRD. En el caso del PAN, un mortal enfrentamiento entre calderonistas y maderistas los tiene no sólo en la lona, sino haciendo el ridículo. En el caso del PRD, la salida de Andrés López Obrador y lo que gravita todavía de sus leales en órganos de dirección interna y legislativos federales.

Para el Gobierno federal no hay otra opción; tiene que apostar su éxito en la casilla de la aprobación de reformas de fondo, pero sin duda las circunstancias, los firmantes del Pacto y los alicientes son diametralmente distintos a los de la España de Adolfo Suárez.

Por otro lado, señalar que el Pacto por México ha sustituido la actividad del Congreso es algo que debilita aun más al Pacto e incluso a sus firmantes. Querer fijar en la opinión pública en que el Legislativo se somete a los partidos o al Poder Ejecutivo es peligroso y mezquino. A las pruebas me remito. El Pacto por México ha enviado al Legislativo dos reformas constitucionales: la educativa y la de telecomunicaciones, que por cierto fueron procesadas y logradas por los legisladores. Pero la propia Cámara impulsó por sí misma seis reformas constitucionales y más de 50 reformas adicionales y nuevas leyes secundarias. Esto se encuentra perfectamente documentado en el compendio Resultados Legislativos. Segundo Periodo Ordinario de Sesiones. Febrero-Abril 2013, de lo cual puede dar cuenta Manlio Fabio Beltrones, coordinador priista en la Cámara de Diputados. 

Seguimos en las mismas. Las explicaciones sobran. Una directiva que no entiende que se debe dejar la soberbia. Que poco importa tener el control de la cooperativa cuando se tiene el desprecio de millones. Una directiva que inventa estupideces y reparte favores a medias para tratar de mitigar las críticas a sus estupideces. Si existiera alguna acción jurídica para cobrar a la directiva de un equipo lo gastado en apuestas perdidas en 15 años, podría sin duda comprar un departamento en Miami. No es culpa del idiota, es de uno, dicen en mi pueblo. Hoy, a cargar con las burlas. Ni modo, el Azul se lleva en la sangre pese a los Álvarez, pese a los Garcés.

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