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De política y cosas peores

Superiberia
  • Por CATÓN / columnista

Decir que la vida tiene cosas inesperadas es decir una obviedad. Sus regalos caen como del cielo. Uno de ellos me llegó en la forma de un mensaje enviado por una amabilísima lectora, Beatriz Balleza Arenales. Dice así: “Nací en Guatemala, donde sigo arraigada de corazón, familia y añoranzas. Muy jovencita tomé la decisión de venir a México, país mágico en el que crecieron mis raíces y una hermosa descendencia. El punto es que a través de mi cuñado, amante de la música y las letras, recibí una bella página escrita por él, y quise hacérsela llegar”. Ese texto es de la autoría de don Francisco ‘Adalberto’ Saravia, quien escribió lo que sigue: “Hace algunos años tuve la ocasión de asistir en Guatemala a la conferencia de un escritor mexicano a quien no conocía. Me invitó a oírlo don Álvaro Arzú, alcalde de la ciudad, quien me dijo que no podía perderme la oportunidad de escucharlo, pues la agenda del escritor era muy ajustada y sería difícil tener otra ocasión de verlo. Su nombre es Armando Fuentes Aguirre. Fue presentado por el alcalde. Me pareció una persona que llama la atención con solo su presencia, pero que actúa con gran sencillez como Catón, seudónimo que usa en numerosos periódicos y revistas, por el cual es conocido en varios países. Poco a poco su plática fue absorbiendo mi mente y después mi corazón. Era fascinante escucharlo y ver cómo se transformaba de persona a palabras y de palabras a poesía. Ya casi al término de su presentación dijo que el lugar donde vivía, el hermano país México, se parecía mucho a Guatemala, pero había algo muy diferente: los volcanes. Los de Guatemala, comentó, tienen la forma perfecta de un volcán. Cuando se le pedía a un niño que dibujara un volcán siempre lo hacía en esa forma. ‘Por eso –dijo Catón- pienso que Dios hizo los volcanes de Guatemala cuando era niño’. Al oír eso no pude contener una expresión de admiración, algo así como: ‘¡Qué belleza!’. Todo el público volteó a verme como señalando a ése que había roto el silencio. Recordé esto porque a mi nieta de 6 años la maestra le preguntó qué era lo que le gustaba más de Guatemala. Respondió ella: ‘Que es azul’. Se sorprendió la profesora, pues nuestro país ha sido descrito siempre como verde. Volvió a preguntar; ‘¿Por qué dices que es azul?”. Explicó la niña: ‘Porque su cielo es azul, pues está cerca de Dios’. Estoy seguro de que a Catón le encantaría la historia de la niña del color azul. Mientras tanto yo le contaré a esa niña la historia del Dios niño que un día de la eternidad se puso a crear volcanes perfectos bajo la mirada de un cielo azul”. Yo vivo de las palabras. Ninguna de las que tengo alcanza a agradecer este precioso texto de don Francisco Saravia, y el envío que de él me hizo doña Beatriz Balleza. Fue ése un regalo de la vida. Por él –y por ellos- volví a vivir mis días en esa Guatemala de color azul cuyos volcanes y cuya gente, bondadosa y noble, nunca habré de olvidar. Gracias, Beatriz. Francisco: gracias… Posdata muy aparte. En una de sus recientes comparecencias mañaneras el Presidente López Obrador hizo que sus invitados escucharan la canción “La casita”, en la voz del inolvidable Óscar Chávez. Quizás AMLO no sabe que yo soy el autor de esa parodia que el gran cantante popularizó. Y qué bueno, porque de haberlo sabido a lo mejor no la habría puesto en su programa. Escribí la letra de “La casita” para una de mis columnas, en 1967, como crítica al prigobierno. Óscar la leyó y me pidió autorización para cantarla. Él mismo registró la canción a mi nombre, y con él aparece en las grabaciones que de ella se hicieron. He ahí otro dato para añadir a los muchos que tiene López Obrador… FIN.

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