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Ejemplo de prudencia

Superiberia

por Catón / columnista

“Es tiempo ya de que le hables a nuestro hijo acerca de lo que hacen las abejitas y los pajaritos”. Eso le pidió doña Macalota a su esposo don Chinguetas. Llamó el señor el muchacho, lo llevó a una habitación aparte y le dijo tras cerrar la puerta: “Tu mamá quiere que te hable acerca de lo que hacen las abejitas y los pajaritos”. “Te escucho, padre” –respondió el mozalbete, interesado. Empezó don Chinguetas: “¿Recuerdas que hace unos meses fuimos de vacaciones a la playa?”. “Sí, papá”. “¿Recuerdas que en el lobby bar del hotel conocimos a dos muchachas muy guapas?”. “Lo recuerdo, padre”. ¿Recuerdas que después de algunas copas nos invitaron a ir a su habitación?”. “Lo recuerdo bien, papá”.

“¿Y recuerdas lo que ahí hicimos?”. “¿Cómo olvidarlo, padre?”. “Bueno –concluyó la lección don Chinguetas–. Eso mismo es lo que hacen las abejitas y los pajaritos”… Babalucas invitó a una linda chica a comer en un restorán de mariscos. Declaró ella: “Me gustan mucho los camarones. Saben a mar”. “Es cierto –confirmó el badulaque–. Son sumamente cariñosos”… Ovonio Grandbolier es el hombre más perezoso de toda la comarca. Le contó a un amigo: “Hoy en la mañana me levanté con ganas de trabajar. Tuve que volverme a acostar hasta que se me pasaron”…

Un ovni (objeto volador no identificado) aterrizó en el jardín de don Martiriano, el abnegado esposo de doña Jodoncia. Del vehículo intergaláctico descendió un marciano que le ordenó con voz ronca al señorcito: “Llévame con tu líder”. “No está –contestó don Martiriano–. Se fue a merendar con sus amigas”… La recién casada le preguntó a su flamante maridito: “¿Te gustó la comida, mi amor?”. Respondió él con ternura: “Estaba sabrosísima, mi cielo”. Declaró muy orgullosa la muchacha: “La compré con mis propias manos”…

“Voy a dejar este trabajo –le comentó la criadita a la sirvienta de la casa vecina–. Ya me cansé de estar todo el día diciendo: ‘Sí, señora; sí, señora’, y toda la noche: ‘No, señor; no, señor’”… “Prediquen, aunque sea con la palabra”. Eso les decía San Francisco de Asís a sus hermanos. Quería significar que las acciones cuentan más que las palabras. Ciertamente no hay mejor predicador que fray Ejemplo. En el caso de las prevenciones contra el coronavirus el primero que tendría que dar ejemplo de prudencia es el Presidente López Obrador.

Eso le deberían decir sus colaboradores del sector salud en vez de endulzarle los oídos con expresiones zalameras. Si se cierran las escuelas ¿por qué no cerrar también temporalmente las conferencias mañaneras? Abstenerse de viajar, evitar las concentraciones de personas, no saludar de mano ni con besos o abrazos, todo eso ha de ser parte de la conducta de AMLO de cara a la pandemia. El hecho de ser Presidente de la República no libra a López Obrador del peligro de ser contagiado ni del riesgo de contagiar…

Ya conocemos a Afrodisio Pitongo: es un hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Una noche, en el curso de una fiesta, tomó de la mano a una chica y sin decir palabra la condujo a una habitación del segundo piso, le quitó la ropa, la llevó a la cama y le hizo el amor, todo eso en el más absoluto silencio. Terminado aquel intempestivo trance la muchacha le dijo al individuo, sin reponerse todavía de la sorpresa: “Pero, don Afrodisio, yo lo único que le pregunté fue qué hacía la gente por las noches antes de que hubiera televisión”…

Don Isaac habló con su hijo. Le mostró: “Este dedo es el pulgar; éste se llama ‘índice’; este otro es el anular, y éste el meñique. El dedo de en medio, hijo, es el dedo del placer. Con él se marcan los precios en la caja registradora cuando vas a cobrar”… FIN.

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