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EL MINUTERO

Superiberia

Andrés Timoteo
Columnista

LOS PECADORES
 El secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, fue diagnosticado positivo al COVID-19, lo que automáticamente lo presenta como un sacrílego ante la “cuarta transformación” pues si se contagió del Coronavirus es porque no siguió el triple mandamiento de “no mentir, no robar y no traicionar”, el antídoto para evitar la enfermedad, según lo dijo el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador el pasado 6 de junio.
Además, Herrera también violó el decálogo mesiánico del tabasqueño, difundido el 13 de junio, para atajar la infección y queda entendido que se infectó por ser egoísta, consumista, sexista, individualista, clasista, racista, sedentario, antiespiritualista, antiidealista y poco entusiasta. Lo mismo el director general del IMSS, Zoé Robledo, y la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, o la directora nacional del DIF, María del Rocío Gracia, los otros infectados del gabinete. Bola de pecadores.
Por cierto, López Obrador lleva doce días sin mencionar una sola palabra sobre la contingencia sanitaria. Ya desterró la pandemia del discurso oficial, el virus ya no existe para la casa presidencial, aunque se sigan muriendo los mexicanos -más mil personas por día- y se enfermen los funcionarios de la 4T. Esto es una chunga.
 
HUERTISTAS TRASNOCHADOS
La terca memoria, siempre la terca memoria. El 7 de octubre de 1913, el senador chiapaneco Belisario Domínguez fue secuestrado por sicarios enviados por el presidente Victoriano Huerta quienes lo torturaron, le cortaron la lengua, asesinaron y sepultaron su cadáver en una fosa clandestina en Coyoacán. La lengua cercenada la pusieron en una caja sobredorada que enviaron como regalo al dictador. Fue un escarmiento simbólico por hablar de más desde la tribuna parlamentaria.
El 23 de septiembre, había dirigido un discurso histórico en el Senado acusando a Huerta de traidor a la patria y ordenar los magnicidios del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suarez. Por su martirio, Domínguez pasó a la historia como un representante de la valentía y la libertad de expresión dentro del Poder Legislativo. En su honor, cada año el Senado entrega una medalla con su nombre a personajes que defienden esta libertad y hacen trabajo patriótico.
Pues bien, un siglo más tarde y a pesar de que Madero es uno de los personajes históricos favoritos del actual mandatario López Obrador, los morenistas que despachan en los recintos legislativos buscan honrar la memoria del dictador Huerta en lugar de hacerlo con Belisario Domínguez, quien pagó con su vida la defensa del maderismo traicionado.
El pasado lunes, la diputada escobarense, Cristina Alarcón Gutiérrez, presentó una iniciativa para modificar el artículo 14 del reglamento interior del Congreso local, a fin de que los legisladores sean obligados a ofrecer una disculpa si “ofenden” o “difaman” a otros parlamentarios, a funcionarios públicos o a las instituciones. Es más, si éstos no se disculpan cuando lo exija el presidente de la mesa directiva -el cordobés Rubén Ríos Uribe- se les impedirá el uso de la voz durante el resto de la sesión parlamentaria.
A todas luces es un acto de censura, un intento para limitar la libertad de expresión de los representantes populares en un sitio donde se hacen leyes para garantizar las libertades ciudadanas. También es una contradicción a la historia y la memoria de personajes como Belisario Domínguez. Vaya, si le impiden el uso del micrófono a los diputados, ¿cuánto tardarán para exigir les corten la lengua si lo que dicen se considera ofensivo por los aludidos?
Es claro que tal propuesta no fue elaborada por la diputada Alarcón quien a duras penas puede deletrear su nombre completo -es secretaria mecanógrafa y experta en la venta de productos de limpieza, según su currícula que aparece en el sitio web de la legislatura- sino que fue la mandadera de Ríos Uribe y del presidente de la Junta de Coordinación Política, Javier Gómez Cazarín para deslizar ese entuerto.  Pero Ríos Uribe y Cazarín Gómez no le disputan nada a Cristina Alarcón, pues ellos mismos no rebuznan porque seguramente no se saben la tonada. Tan corta la primera como baldados los segundos.
El trasfondo de esa reforma legal, a la que ya comenzaron a llamar como la “Ley MM” o sea “Ley Mordaza de Morena”, es detener las críticas hacia el gobernante en turno, los secretarios de despacho y demás funcionarios estatales por parte de la oposición. Es también un anticipó para bloquear o apagarles el micrófono a los diputados preguntones cuando se realicen las comparecencias de los funcionarios en futuras glosas.
Sin embargo, los morenistas de Veracruz no son los únicos huertistas irredentos, pues en la Cámara de Diputados federal también hay una iniciativa similar presentada desde el pasado mes de enero para proteger a funcionarios federales a fin de que no sean cuestionados en las comparecencias. La propuesta se dio luego de las álgidas comparecencias de los integrantes del gabinete lopezobradorista a finales del 2019, tras el primer informe del mandatario Andrés Manuel López Obrador.
El grupo parlamentario de Morena pretende modificar el reglamento en San Lázaro para obligar a los diputados a “dirigirse con respeto, corrección, civismo y cortesía” hacia los funcionarios federales, diplomáticos, representantes de gobiernos estatales y municipales, así como al resto de legisladores, además de prohibir la colocación o exhibición de mantas, carteles o aglomerarse en la tribuna -tomarla- bajo advertencia de ser desalojados.
Es decir, los morenistas quieren impedir todo lo que hacía antes, buscan proteger a los funcionarios comparecientes y evitar que les digan sus verdades como ellos lo hacían cuando gobernaba el priista Enrique Peña Nieto. Eso de que serían diferentes y que garantizarían la libre expresión es una farsa. Es el huertismo trasnochado y marrón.                                                                                             
 
CYNOMYS LOCALES
Son roedores, parientes de las marmotas, y desarrollaron un sistema de vigilancia eficaz contra sus enemigos naturales: cada vez que perciben el peligro emiten una suerte de ladrido para alertarse entre ellos y corren a esconderse bajo tierra. Ahí permanecen hasta que los depredadores se hayan ido y puedan salir nuevamente a retozar. Les llaman ‘perritos de las praderas’ y la especie mexicana es conocida como ‘perrito llanero’.
El comportamiento de estos animalitos -de huir, esconderse y esperar a que se alejan sus perseguidores para salir de nuevo- fue usado inicialmente por analistas griegos para metaforizar a la clase política de su país, luego de que el ex ministro Akis Tsojatzopoulos fue condenado a veinte años de prisión por “lavado” de dinero en el 2013, con quien muchos estuvieron involucrados directa o indirectamente durante los 30 años en que ocupó diversas carteras gubernamentales.
Tsojatzopoulos es uno de los hombres más corruptos de la historia reciente de Grecia, protagonista de una página negra de esa nación y lideró una banda de funcionarios para expoliar el erario, pero cuando fue detenido y procesado judicialmente, sus cómplices corrieron a esconderse y permanecieron ocultos hasta que percibieron que el sablazo judicial no los alcanzaría. Entonces volvieron a salir a la palestra pública.
En Grecia, paradójicamente considerada la cuna de la democracia, se inauguró una nueva forma de comportamiento aberrante en los políticos, quienes ya no solo ocultaban la cabeza bajo la arena como los avestruces -que era el símbolo clásico de los funcionarios indolentes y despreocupados- sino que optaron por esconder todo el cuerpo como los ‘cynomys’, palabra también de origen griego que es el nombre oficial de los perritos o roedores de pradera. Así, estos animalejos pasaron a formar parte del catálogo de adjetivos en la filosofía política moderna.
Las versiones endémicas de Akis Tsojatzopoulos en Veracruz son, por supuesto, el innombrable y su sucesor, Javier Duarte, que encabezaron una banda de ladrones para saquear el presupuesto estatal. Cuando cayeron en predicamento, uno marginado de las ligas políticas nacionales y el otro huyendo para luego ser detenido, todos sus cómplices pusieron ‘pies en polvorosa’ a fin de escapar de la justicia. También se escondieron de cuerpo entero igual que los cynomys.
Pero llegó a Palacio de Gobierno quien los procura salieron de las madrigueras para retozar en los merenderos públicos y juntarse con sus iguales y sus nuevos semejantes. Por eso el ex vocero del duartismo, Alberto Silva, realiza abiertamente mítines de promoción personal en Tuxpan, donde lo postulará Morena, y se reunió en días pasados con el panista acomodaticio Hipólito Deschamps, alcalde de Medellín de Bravo, para soltar acordar una candidatura por la alianza PVEM-Morena para el 2021.
Tampoco es casual que haya dejado su escondite el exalcalde boqueño y exsecretario de Finanzas, Salvador Manzur Díaz para procurar reuniones y encuentros al aire libre. El miércoles se le vio en una cafetería del puerto de Veracruz tan campante y confiado como si no se hubiera robado un clavo. Las nuevas condiciones políticas y el cumplimiento de pactos con la administración de Cuitláhuac García se lo permiten.
Los cynomys locales retozan ya, a sus anchas, en la pradera del morenismo. No hay que perder de vista que el que controla al PVEM en la entidad es el innombrable, a través de su hijo Javier Herrera, y sus fieles que se mantuvieron agazapados ahora llevan mano en la colocación de candidatos para el año próximo y para darle forma final no al PriMor – alianza PRI-Morena- sino al FiMor que es la concupiscencia de la fidelidad con Morena y el cuitlahuismo. 

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