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EL MINUTERO

Superiberia

Andrés Timoteo
Columnista

CAEN COMO MOSCAS 
Aunque es un tipo al que se le debe tener mucha desconfianza, el gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, no mintió cuando afirmaba que los médicos y enfermeras caían como moscas debido a la falta de equipos de protección para desempeñar su labor y en específico para atender a los pacientes infectados con Coronavirus. Al trabajar en condiciones de precariedad éstos se infectan y fallecen. Y miren que no solo resultó cierta sino hasta profética la denuncia del bajacaliforniano.
Esto porque según la organización Amnistía Internacional (AI), México está en el cuarto lugar del mundo en muertes de personal sanitario a causa del contagio gripal, y no por falta de cuidado sino por carencias de insumos para laborar en condiciones seguras. De marzo a la fecha han fallecido 248 de ellos, según AI. Así, el país está en el ‘top ten’, o sea, entre los diez más altos, en cuanto a mortalidad en el personal de salud.
El primer lugar de ese listado macabro lo ocupa Rusia con 545 fallecidos, seguido por Estados Unidos con 507, Gran Bretaña con 540, Brasil con 351, Italia con 188, Egipto con 111, Irán con 91, Ecuador con 82 y España con 63. En total, hay un reporte de 3 mil médicos y enfermeras muertos en 79 países cuya situación fue documentada por AI. Lo grave es que la cifra parte de un subregistro porque los gobiernos tienden a ocultar la catástrofe que diezma a las ‘batas blancas’.
La organización estima que el número de perecidos entre el personal sanitario fácilmente se puede duplicar. También alerta que la elevada mortalidad en este sector no obedece a la evolución vírica de la pandemia sino a la desprotección oficial que padecen los trabajadores de la Salud que fueron enviados a la primera línea de batalla contra el Covid-19 al garete, sin la protección elemental que son los cubrebocas de alta gama, trajes aislantes, anteojos protectores y guantes.
De este modo, sin ‘armas’ ni ‘escudos’ los enviaron a un contagio seguro y, en su caso, a la muerte. En un intento de autoprotegerse, los sanitarios gastan hasta el 15 por ciento de su salario en comprar el equipo de protección, pues va de por medio su sobrevivencia. Y por si esto no bastara, Amnistía Internacional ha documentado que en algunos países cuando los médicos y enfermeras hacen pública la situación son objeto de represión laboral y hasta de persecución judicial.
“(Los médicos) sufrieron represalias: desde el arresto y la detención hasta amenazas y despidos”, señala el reporte de la organización. A esto se adicionan los bajos salarios, nulas prestaciones, inseguridad laboral -muchos laboran bajo contratos por períodos cortos- y la estigmatización social pues en la mayoría de los 79 países documentados la gente no reconoce el trabajo de los médicos y enfermeras sino al contrario los señala de ser portadores del virus y los discriminan y agreden verbal y físicamente.
“Según informes, en México arrojaron cloro a una enfermera cuando iba por la calle, y en Filipinas lanzaron lejía a la cara de un trabajador de un hospital”, indica el informe de la organización aludiendo a dos ejemplos de violencia contra el personal sanitario.
Pero lo que hay que destacar y que es sumamente cierto -y delicado- es el sentido del informe de Amnistía Internacional al señalar directamente la responsabilidad de las autoridades en la oleada de muertes entre los trabajadores de salud. “Los gobiernos deben rendir cuentas por las muertes del personal sanitario y de los trabajadores y trabajadoras esenciales a los que no protegieron de la Covid-19”.
Deben rendir cuentas, cita, eso quiere decir que hay una responsabilidad judicial, política y social de los funcionarios que dejaron abandonados a los que hoy llaman “héroes” en la guerra epidemiológica. En los que llevan la administración pública hay culpa por los miles de muertos en la línea de batalla.
Un indicador de lo inédito que pasa en México respecto al personal sanitario es que, a diferencia del resto de países ya castigados por la peste – entre ellos los europeos- acá no se mueren en masa los adultos mayores sino son los médicos y las enfermeras, con ellos se está cebando el Coronavirus y son el rostro de una tragedia epidémica, pero también de negligencia e irresponsabilidad oficial.
 
CORRETEO EN PARÍS
En Francia, por más homenajes y aplausos que el presidente Emmanuel Macron quiso hacerle a los ‘soignants’ en el marco de la fiesta nacional por el 14 de julio, éstos le respondieron desde la calle repudiando su discurso y los distractores de oropel en lugar de atender y corregir la pauperización de hospitales públicos y su personal. Ya le habían advertido que no querían ni homenajes ni medallas sino presupuesto para la salud de todos y garantías salariales para el personal sanitario.
Ayer, mientras Macron encabezaba la ceremonia por el 231 aniversario del inicio de la Revolución Francesa, miles de médicos, enfermeras, camilleros, conductores de ambulancias y demás personal sanitario salieron a las calles parisinas para repudiar a su gobierno.  Acusaron que durante los últimos quinquenios -el periodo de cinco años del mandato presidencial- no solo se redujo el presupuesto para el sector salud sino en el presente gobierno macronista se empobreció a todo el personal al darle a la salud de las personas un trato de mercancía.
Quién tiene dinero puede comprar un espacio en un hospital, medicamentos y terapias, y quien no lo tiene está condenado a sufrir la burocracia para lograr la atención y, a la postre, la muerte, denunciaron. La marcha de los “blouses blanches” (batas blancas) se unió en algún punto con la de los “Chalecos Amarillos” que volvió a las calles. Y vaya escenas, el gobierno mandó a la policía para contener a los marchistas y se dieron algunas escaramuzas para la crónica y la foto periodísticas.
Esto porque hubo momentos en los manifestantes prácticamente corretearon a los gendarmes. ¡No tienen derecho ni cara para reprimir a quienes les salvan la vida!, les gritaron a los agentes policiacos quienes no se atrevieron a enfrentarse directamente con la turba. No lo podían hacer, imagínense matraquear a los doctores y las enfermeras al mismo tiempo que el presidente pide aplausos para ellos y los trata de “héroes” en el homenaje revolucionario. Hubiera sido el colmo.
 
LA CORTEDAD
Fue algo así como ‘el parto de los montes” aquella fábula que relata que la tierra se cimbraba porque iba a dar a luz y todos deducían que sería un titán, pero al final solo salió un ratoncillo. O sea, tanto para nada, y es lo que sucedió ayer en Veracruz cuando todos esperaban el anuncio que el gobernante en turno, Cuitláhuac García daría el lunes respecto a medidas emergentes para enfrentar la pandemia del Coronavirus.
Días antes, el propio García Jiménez difundió que se trataría “un mensaje crucial” y hasta prometió que sesionarían -él y sus funcionarios- de lunes a domingo, y “días festivos” para mantener la estrategia “llueva, truene o relampaguee”. Pero fue la decepción porque lo anunciado es una nadería, algo tan fatuo que ni siquiera puede considerarse como estrategia de gobierno. ¿Lo más relevante? Que la Secretaría de Finanzas dispondrá una bolsa de 276 millones de pesos para apoyar a los municipios que han sido afectados por la crisis sanitaria.
Haciendo el cálculo, la medida es hilarante. Si se distribuye equitativamente, a cada uno de los 212 ayuntamientos le tocarán 1.3 millones de pesos, lo que para un municipio pequeño sería un alivio pasajero y para una comuna como la del Puerto de Veracruz, Xalapa o Coatzacoalcos una bicoca. Obviamente el fondo se repartirá conforme a la densidad demográfica y entonces los municipios pequeños recibirán una miseria.
Pero el asunto no es la fórmula para dispersar los recursos sino la mezquindad para disponer de ellos. Ante la gravedad de las secuelas por la pandemia y la urgencia de fondos para que los ayuntamientos ayuden a familias desprotegidas, subsidien servicios, asistan a enfermos -facilitando ambulancias para traslados, por ejemplo- y en su caso respalden a micro y pequeños empresarios para conservar los empleos, 276 millones de pesos es una miseria.
Respecto a la iniciativa privada, García Jiménez dio a conocer que instruyó a sus colaboradores para sostener reuniones con las cámaras empresariales para “escuchar opiniones” y ver “en qué se les puede ayudar”. Imagínense lo tardío cuando los empresarios tienen meses pidiendo reuniones con representantes de los gobiernos federal y estatal, y proponiendo ayudas extraordinarias para enfrentar la situación.
Vaya, mientras que en otras entidades los mandatarios dispusieron la exención o el diferimiento de impuestos estatales y municipales, la gestión ante la Federación para que se otorguen prórrogas en el pago de cuotas del IMSS, en las facturas de energía eléctrica o en las declaraciones fiscales, sin contar con la tramitación de créditos emergentes para mantener la plantilla laboral, en Veracruz apenas va a ver “en qué pueden ayudarlos”.
¿Es desidia, pereza, irresponsabilidad, impericia o todo junto? La cortedad de García Jiménez como gobernante es preocupante, pero como conductor de la entidad en medio de una emergencia sanitaria es pasmosa. No está a la altura de la situación ni del cargo que ostenta. Y queda confirmado: Veracruz tiene un gobernante corto, diminuto. Ah, y ya programó otro “anuncio crucial” para hoy miércoles. Risas.

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