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El minutero

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LAS SONRISAS CONGELADAS

 Las sonrisas que exhibían los personajes en las fotografías que se difundieron tras una encerrona en Casa de Gobierno el pasado 6 de febrero y las carcajadas que fueron captadas por las cámaras de los que estaban en el palco oficial durante el desfile de Carnaval de Veracruz el domingo 17, están a punto de quedar congeladas. La alegría que despertó en ellos el regresó del ex gobernante estatal, aquel que no debe ser nombrado, para asumir la conducción de la estrategia electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI), está por convertirse en pesadumbre.

Piensan que el retorno del mapache supremo, señor del lodazal y las marrullerías, alejarán los nubarrones de derrota electoral pero en realidad se echaron un alacrán encima, como dirían los viejos del pueblo –¿o más bien fue una víbora?- y de paso también se lo arrojaron al mismo copetón Enrique Peña Nieto que saldrá raspado en el entuerto. Es más, sobre el asunto ya hay un escándalo en puerta: las dirigencias de los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) analizan condicionar su permanencia en el Pacto por México por este regreso indeseable.

Lo anterior no es porque teman al innombrable por su habilidad para operar elecciones – léase: robárselas- o porque sea un activo insuperable en los comicios sino por algo más oscuro. Según el pronunciamiento que se elabora, el regreso de tal personaje al escenario electoral, efectivamente encendió los focos de alerta pues significa que a los comicios veracruzanos volvería la intervención de grupos de la delincuencia para forzar un triunfo del tricolor. Panistas y perredistas están rescatando la memoria de lo sucedido en las elecciones del 2007 y el 2010 cuando bandas del crimen se dispersaron por los 212 municipios para operar a favor de los candidatos del Revolucionario Institucional.

En esos dos procesos hubo situaciones muy delicadas que no fueron denunciadas porque las víctimas estaban amenazadas para no acudir a las autoridades ni a los medios de comunicación. Por ejemplo, se habla de secuestros express – que duraban entre 24 y 48 horas- de candidatos de oposición tanto a las alcaldías como a sindicaturas y regidurías así como de líderes seccionales, de presidentes o funcionarios de casillas, de jefes de manzana, comisariados ejidales y agentes municipales que no eran simpatizantes del PRI. Grupos armados llegaban y se los llevaban para así obligar a sus seguidores a no movilizarse para votar a favor de los abanderados opositores. 

Si no eran ellos los plagiados eran sus familiares.

Uno de los casos más graves y de los pocos que salieron a la luz pública sucedió en Álamo en el 2007 donde toda una familia de un candidato fue secuestrada durante 36 horas. Los “levantaron” la noche anterior al domingo de elecciones y los liberaron el lunes a las 7 de la mañana, ya que había concluido el conteo de la votación,  y por supuesto, el abanderado priista había salido electo. No hubo denuncia porque fueron amenazados con volver a ser plagiados aunque todo el pueblo se enteró del suceso. Otros casos idénticos se documentaron en Minatitlán, Coatzacolacos y Cosoleacaque, incluso los medios informativos dieron cuenta de vehículos con hombres armados patrullando comunidades. El regreso del innombrable anticipa que volverá a suceder lo mismo, dicen los líderes opositores, y eso pone en peligro a todos los promotores y candidatos a cargo de elección popular en los comicios venideros.

De la misma forma regresarían en las ciudades las famosas “boinas verdes” que son grupos de choque para intervenir a militantes de oposición, amenazarlos y golpearlos durante la jornada electoral, y en su caso también robarse las urnas o papelería electoral. Estos grupos de golpeadores se integraban incluso con reos procesados en los penales que el día de las elecciones eran sacados clandestinamente de las cárceles para que ayudarán a arremeter contra panistas, perredistas, petistas, panalistas y convergentes. Tampoco hay que olvidar lo sucedido en el municipio Coxquihui donde la banda conocida como Los Pelones, protegida de Palacio de Gobierno y encabezada por el ex alcalde priista Reveriano Pérez Vega, se robó a punta de pistola las ánforas electorales y eso obligó al Tribunal Electoral para invalidar los comicios municipales.

En esa localidad, tanto en las campañas electorales ordinarias como en el periodo de proselitismo extraordinario ordenado por los tribunales para repetir la elección, el abanderado panista a la alcaldía, Humberto Pérez Candando, sufrió dos atentados para asesinarlo, perpetrados por este grupo criminal, lo que finalmente hizo que renunciara. En la Procuraduría de Justicia nunca prosperaron las indagatorias pese a que hubo más de siete denuncias interpuestas contra la banda Los Pelones.  Hasta donde se sabe, las dirigencias partidistas y legislativas de la oposición están por recriminar a Peña Nieto que haya dado su aval para que la delincuencia vuelva a operar electoralmente en Veracruz.

Le cuestionarán su compromiso hecho en el Pacto por México para combatir la criminalidad y la corrupción. De ahí que el regreso del innombrable forzosamente manchará a Los Pinos y colocará en una situación de cuestionamiento al gobernante veracruzano, Javier Duarte y a sus dirigentes partidistas que festinan su retorno. También en los próximos días sesionará en Veracruz la bancada de diputados del PRD en la Cámara de Diputados y hay la propuesta para que de esa reunión salga el primer pronunciamiento hacia Peña Nieto que amenace el Pacto por México.

Los cabilderos del asunto proponen recordarle a Peña Nieto que su familia fue de las víctimas de la violencia desatada en Veracruz durante el sexenio anterior.

El legajo de pruebas y argumentos es abundante e incluye testimonios de políticos que sufrieron el acoso de los delincuentes en temporadas comiciales bajo la fidelidad. Al copetón de Los Pinos también le reprocharán que en lugar de que la Comisión Nacional Anticorrupción tenga abierto un expediente de investigación sobre el innombrable, le haya permitido encabezar el operativo mapachil en Veracruz y lo peor, colocarse en la lista de candidatos a una diputación plurinominal. Una burla a todos los veracruzanos que hoy padecen las secuelas de la fidelidad en cuestión económica y de seguridad pública.  Con el innombrable suelto y operando al mexiquense se le arruina el discurso de su ataque a la corrupción mientras que al gobernante estatal se le apesta la alharaca de que corrigió el rumbo retorcido que le heredó.

En pocas palabras, los priistas veracruzanos harán que se caiga otro alfiler de los que está prendido el Pacto por México, acorralando al propio Peña Nieto y a la dirigencia nacional del PRI a fijar una postura sobre el entuerto. En buen aprieto metieron al copetón aquellos que abogaron para sacara del cesto al innombrable. De ahí que las sonrisas y carcajadas que los lambiscones exhibieron en días pasados por su retorno están a punto de desfigurarse y convertirse en un gesto quejumbroso.

 

RUMBO A LOS URALES

 

El pasado fin de semana quedó demostrado que el senador Héctor Yunes Landa está igual que el trasero de un pingüino, es decir, congelado y hasta el suelo, hablando en términos políticos. Lo anterior porque en la comida anual que su organización, Alianza Generacional – conocida en el argot político como Alianza Degenaracional- realizó el sábado pasado en los salones del WTC en Boca del Río, solo llegó la “morralla”, como se le conoce a los priistas desconocidos y los “cartuchos quemados”, entiéndase: ex presidentes municipales y ex diputados con una fama pésima.

Los asistentes tuvieron que esperar dos horas y media al gobernador Javier Duarte –llegaron a las 2 de la tarde y el mandatario estatal arribó 4.30-, quien se mantuvo distante de Yunes Landa. No asistieron alcaldes ni diputados en funciones ni líderes empresariales ni de las organizaciones o sindicatos fuertes y afines al tricolor. Se promocionó que la comida tendría un costo de 200 pesos por asistente pero a última hora los operadores andaban regalando los boletos de entrada y acarreando gente de colonias cercanas para llenar las mesas.

Es un  hecho que Yunes Landa no está en el ánimo de Palacio de Gobierno pero tampoco en el de los militantes priistas ni de los veracruzanos. No es un personaje carismático y también quedó marcado con el signo de la traición en el 2010 cuando se enfrentó al ex gobernante estatal porque lo excluyó de la competencia por la gobernatura, intentó armar una revuelta interna, aceleró a sus seguidores y al final de cuentas negoció beneficios personales, se alineó y dejó “colgados de la brocha” a quienes lo respaldaban. En pocas palabras, se vendió.

Hoy está fungiendo delegado del PRI en Baja California, un cargo de adorno que se reduce a leer las convocatorias y los reglamentos ante la prensa. No opera ni tiene participación mayor, lo mandaron allá para alejarlo de los reflectores en Veracruz. Es más, los bien enterados aseguran que una vez que concluya el proceso electoral en Baja California ya tienen decidido que lo enviarán, en su calidad de presidente de la Comisión de Protección Civil en el Senado, a los montes Urales en Rusia para coadyuvar en las investigaciones sobre el meteorito que cayó, y tenerlo otra temporada lejos del terruño. ¿Así o más frío?

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