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El minutero: La molienda

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LA MOLIENDA

 

La zafra 2013-1014 está iniciando en la mayor parte de los ingenios del país, hasta la semana pasada se reportaba que se había comenzado el corte de caña de azúcar para abastecer a la mitad de las 58 factorías que se distribuyen en 15 estados, donde la molienda viene a dar una bocanada de aire fresco a la economía tan deprimida. De hecho, el inicio de la zafra era hasta hace algunos años en Veracruz la esperanza de tener ingresos económicos para miles de familias que dependen tanto del cultivo de la gramínea como de su cosecha así como del trabajo en los ingenios. 

En la zafra anterior sólo molieron 55 de las 58 factorías azucareras pues hay tres ingenios que desde hace por lo menos cuatro años están paralizados y los tres se ubican en Veracruz. Dos de ellos están manejados por empresarios, Independencia, ubicado en Martínez de la Torre y La Concepción en Jilotepec, y uno más por el Gobierno federal a través del Fideicomiso del Fondo de Empresas Expropiadas al Sector Azucarero (FEESA) que es San Gabriel en Cosamaloapan. Estos tres han recibido partidas millonarias de apoyo tanto federal como estatal y ni así han logrado reanudar actividades ni mucho menos ser rentables.

El motivo principal es la corrupción gubernamental y su complicidad con empresarios abusivos que saquearon los apoyos sin aplicarlos a las factorías. El caso más grave es La Concepción, conocido localmente como La Concha, pues en el sexenio de la fidelidad se creó una empresa de supuestos inversores privados pero en realidad era manejada por la Secretaría de Desarrollo Agropecuario de la entidad. A través de éste organismo empresarial a modo fluyó mucho dinero para un supuesto rescate. ¿Dónde quedaron esos fondos? No es difícil deducirlo, en fortunas personales de los ex funcionarios porque el ingenio está paralizado y ni siquiera se pagaron deudas a los 3 mil productores cañeros que abastecían de materia prima a los mismos.

 Lo anterior también se conjugó con la corrupción del Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera de la República Mexicana (STIARM), cuyo líder es el cordobés Adrián Sánchez Vargas y de los líderes de las organizaciones cañeras, especialmente los de la CNC y la CNPR, pues nadie dio la cara ni por los trabajadores afectados por la paralización de los ingenios ni por los agricultores cuya caña no pudieron comercializar y muchos de ellos debieron abandonar el cultivo. 

Aún sin los tres ingenios veracruzanos, los otros 55 produjeron una cifra record de azúcar en la zafra 2012-2013 con 6 millones 975 mil toneladas, que representa un incremento del 36 por ciento respecto a las últimas tres moliendas. En total se procesaron 61.5 millones de toneladas de gramínea que se cultivó en 780 mil 254 hectáreas del país. Empero, aún con la abundancia en la producción el panorama sigue siendo de crisis en el sector, especialmente para los productores cañeros que llevan tiempo peleando un precio justo en la tonelada. Recientemente, se informó que precio de referencia fijado por el gobierno federal en acuerdo con los industriales será de 6 mil 697 pesos, es decir, 300 pesos menos que el aplicado en la zafra pasada, cuando debería estar por lo menos en 7 mil 500 pesos para que los cañeros puedan cubrir los costos de producción.

 

Hay algunas organizaciones cañeras que proponen no iniciar la zafra como protesta a esa cotización que llevará a registrar pérdidas a los productores. No es la primera vez, ya hace cinco años se retrasó el inicio de la cosecha en casi todo el país aunque ahora se vislumbra difícil porque los líderes de la CNC y CNPR ya pactaron a espaldas de sus representados. Así, la molienda comenzará con el riesgo de que arroje números inestables, es decir pérdidas o en el menos de los casos ganancias raquíticas, para los productores de la gramínea.

 En el mes de septiembre la zona Centro fue uno de los escenarios más álgidos de las protestas realizadas a nivel nacional por los cañeros que reclamaron un precio justo a la gramínea y la entrega de un subsidio para compensar los precios amañados a la misma. Durante varios días bloquearon la autopista y la carretera federal Veracruz-Córdoba lo que les valió una represión por parte del Gobierno estatal que ordenó su desalojo a punta de macanazos. Lo que se logró fue cosa mínima, un programa de apoyo emergente con mil 500 millones de pesos para todo el país –para 180 mil cañeros de los cuales 75 mil son veracruzanos-.

 La contradicción de este “apoyo”, es que, de acuerdo a lo adelantado tanto por funcionarios como por líderes de las organizaciones oficiales, no será inmediato y llevará varios meses para que se entregue, y obviamente a eso hay que añadirle el “coyotaje” y la “rasurada” para el bolsillo de los mismos dirigentes cañeros. La suerte es negra para los cañeros pues están rodeados por tres plagas: los precios miserables, el burocratismo y la corrupción de los líderes cenecistas y ceneperristas. Así, la presente molienda será amarga, en contradicción al dulce producto que genera.

 

EL PERIODISTA LIBRE

 

El 7 de noviembre se cumplió un siglo de la muerte del novelista, filosofo y periodista francés Albert Camus, quien conoció todas las peripecias de un redactor para lograr que las noticias y las opiniones salgan a la luz. Vivió de cerca la censura de la prensa durante la Segunda Guerra Mundial cuando Francia estaba ocupada por el régimen nazi de Adolfo Hitler. A cien años de su muerte, el periódico Le Monde, publicó un texto que hace 74 años fue censurado de la edición vespertina en Le Soir Républicaine y que trata sobre los periodistas libres en tiempos de guerra. 

 El documento habla de “cuatro mandamientos” que deben observar un comunicador que desea mantener su independencia, sobre todo en conflictos bélicos –como el actual contexto que se tiene en México con la violencia desatada en todo el país- y en aquellos periodos cuando la censura mediática se extiende como pandemia. Esas cuatro reglas son la lucidez, la desobediencia, la ironía y la obstinación. El artículo inicia con una pequeña descripción de aquellos días de 1939 cuando la actividad informativa estaba uncida a la influencia del fascismo alemán. “Es difícil evocar hoy la libertad de prensa sin ser tachado de extravagancia, acusado de ser Mata-Hari o siendo convencido de que eres sobrino de Stalin”. Es decir, todo periodista que intentaba discrepar de los lineamientos oficiales era considerado comunista, espía o traidor –vaya, muy al dedillo de lo que sucede en México y sobre todo en Veracruz -.

 No hay forma de ganar la guerra si no hay libertad de prensa, sostenía el periodista francés y aquellos cuatro mandamientos ayudan a que los comunicadores pierdan su libertad ante “la guerra y sus servidumbres”. Apunta que “la lucidez supone la resistencia a los mecanismos del odio de la ira y el culto a la fatalidad. Un periodista no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda excitar el odio o provocar desesperanza. Todo eso está en su poder”, afirma invocando al compromiso para no adherirse a los juicios sumarios que impulsan las dictaduras –políticas, económicas y del crimen, en el contexto actual- y en eso, la lucidez debe ayudar a discernir, a disentir y a resistir.

 El segundo, quizás el más importante, y que al menos en Veracruz urge su aplicación para poder enfrentar a los facinerosos que pretenden hacer de la mentira el tema central de los medios, es la desobediencia o rebeldía. Camus afirma que “frente a la creciente marea de la estupidez, es necesario también oponer alguna desobediencia. Todas las presiones del mundo no harán que un espíritu un poco limpio acepte ser deshonesto”. Por presiones obviamente se entiende las amenazas, las agresiones físicas, los sobornos –entiéndase: chayotes o embutes- y las campañas de desprestigio contra el periodista incómodo, tan socorridas en la fidelidad y replicadas en la prosperidad.

 Frente a un contexto difícil, Camus pide aplicar lo que llama “la libertad negativa” que es la opción de callar lo que no es correcto, la mentira que obligan a difundir, cuando no se puede publicar lo que es verídico. “Es fácil comprobar la autenticidad de una noticia y un periodista libre debe poner toda su atención en ello. Porque, si no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Esta libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas porque con ello se sirve a la verdad en la medida humana de sus fuerzas”.

 En pocas palabras, el periodista tiene la opción personalísima de “al menos rechazar lo que ninguna fuerza le podría hacer aceptar: servir a la mentira”. Traducción: en los comunicadores está la decisión de no convertirse en corifeos, portavoces, jilguerillos o sicarios de la pluma y el micrófono, como comúnmente se les identifica, y si los obligan a no decir la verdad entonces para mantener la dignidad pueden optar por tampoco difundir las mentiras. Un consejo valioso para no incluirse en esa mafia que la errática vocera duartista María Gina Domínguez llama “prensa aliada”.

 El tercer mandamiento para un periodista libre es la ironía, a la que el filósofo francés define como “un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa a la rebeldía en el sentido de que permite no sólo rechazar lo que es falso, sino decir a menudo lo que es cierto” y esto va unido al cuarto mandamiento que es la obstinación pues “un mínimo de obstinación para superar los obstáculos que más desaniman como son la constancia en la tontería, la abulia organizada –falta de voluntad o sea cuando se labora automáticamente como si se fuera un robot- y la estupidez agresiva”. 

Albert Camus termina el texto con un pensamiento formidable que plantea el deber de recomponer las cosas cuando finalizan los tiempos aciagos y obviamente, más que apropiado al contexto mexicano. “¿Y después de la guerra? Hará falta probar con un método del todo nuevo que sería la justicia y la generosidad. Pero esto sólo se expresa en los corazones ya libres y los espíritus todavía clarividentes. Formar esos corazones y esas almas, o mejor, despertarlos, será la tarea a la vez modesta y ambiciosa que tocará al hombre independiente. La historia tendrá o no en cuenta estos esfuerzos. Pero habrá que hacerlos”.

 “La cuestión no es hoy saber cómo preservar la libertad de prensa, es la de buscar cómo, ante la supresión de esas libertades, un periodista puede mantenerse libre. El problema no concierne a la colectividad. Concierne al individuo”. Así, es apropiado destacar que cada periodista puede decidir su libertad o su sumisión. No más, no menos.

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