Toda política es local, reza el famoso dicho de quien fuera el vocero más longevo de la cámara de representantes estadunidense, Tip O’Neill.
En México lo más local que llega a estar un político electo por la ciudadanía es como alcalde o delegado. Actualmente tenemos dos mil 445 presidentes municipales en el país y 16 delegados en el Distrito Federal.
Viendo lo ocurrido el pasado fin de semana en Iguala, Guerrero, y la actuación de su hoy alcalde con licencia, José Luis Abarca, quizá sea momento de reconsiderar este dicho de O’Neill y la necesidad de contar con presidentes municipales y delegados en el sistema político mexicano.
Se supone que el valor del alcalde es ser la autoridad cercanísima a la gente, pero que también tiene acceso a las más altas esferas del poder y, por ello, puede llevar los problemas locales a una solución más visible y por lo tanto, más rápida a nivel estatal y, si es necesario, federal.
Pero Abarca ha demostrado haber actuado con intereses muy lejos de resolver los problemas o preocuparse por sus electores. Mientras ciudadanos de su municipio eran asesinados, al parecer por policías municipales coludidos con sicarios, dejando un saldo de seis muertos, 20 heridos y hasta hoy cerca de 50 desaparecidos, él se encontraba bailando en un evento del DIF con el propósito de promover a su esposa para sucederlo en el cargo.
Hoy, ante la incapacidad de responder: ¿qué pasó el sábado 26 de septiembre en su municipio? Ha preferido huir. Con todo y su familia.
Me parece que el caso de Abarca, pero también el de la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, que le da las llaves de la ciudad a Jesús, o del alcalde de San Blás, Hilario Ramírez Villanueva, que admitió haber robado, pero sólo poquito…. y en tantos otros municipios con tantos otros escándalos, abre la posibilidad para una provocación: ¿para qué sirven los presidentes municipales? ¿Cómo es que se hacen acreedores a su sueldo?
Mucho se ha cuestionado la pertinencia de contar con policías municipales. En la balanza se ha puesto su eliminación para mejor contar con 32 fuerzas estatales policiacas, por la corrupción a la que son sujetos estas autoridades absolutamente locales.
Quizá comienza a ser el momento no sólo de cuestionar a estos elementos de seguridad local, sino el papel de los presidentes municipales en nuestro sistema político.
Es sólo una provocación, generada a partir de múltiples acciones de éstos, que ya comienzan a ser una tendencia.
Apostilla: hablo de presidentes municipales, pero ahí está, en días recientes, la actuación del delegado de Benito Juárez en el DF, Jorge Romero, y las mordidas y corrupción en casinos ocurridos en su demarcación. O el delegado en Miguel Hidalgo, Víctor Romo, y la renta de espacios culturales para fiestas particulares. Por eso: es una provocación, pero ¿de qué nos sirven estos políticos locales?, es pregunta.
Twitter: @AnaPOrdorica