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Golpe atípico

Superiberia

El golpe de Estado ocurrido en Egipto vuelve a poner en jaque las definiciones teóricas de la ciencia política que en los libros parecen sencillas, pero en la práctica tienen matices diversos y nos dejan preguntándonos qué más es la democracia, además de la elección vía el voto en las urnas.

El primer Presidente electo democráticamente en Egipto resultó más preocupado por afianzarse él y su partido en el poder que por otorgar bienestar a los más de 80 millones de ciudadanos de su país. Por ello hoy está fuera, al parecer retenido por el Ejército en el cuartel de la Guardia Republicana, junto con su círculo más cercano de colaboradores.

¿Ha sido un golpe de Estado? Fue una de las primeras preguntas surgidas tras cumplirse el ultimátum que el Ejército le puso al Presidente para renunciar.

¿Qué debe hacer la comunidad internacional? ¿Repudiar que el Ejército, apoyado por Tamarod, el movimiento juvenil que significa rebélate en árabe y que convocó a 17 millones de personas a las calles, haya puesto un fin anticipado a la presidencia de Mohamed Mursi?

O ¿apoyar que Mursi esté fuera del poder por tampoco haber respetado las reglas de la democracia al haber querido forzar un régimen islamista en donde lo que los egipcios eligieron fue uno secular?

Y es que a tan sólo un año de ganar la Presidencia, Mursiestaba cooptando el poder no sólo Ejecutivo. También el Legislativo y el Judicial. De muchas maneras estratos de la sociedad egipcia sentían que entre Mubarak y Mursi habían pasado de Guatemala a Guate-peor.

Políticamente no había mejoría. Económicamente Mursiestaba acabando hasta con una de las mayores fuentes de ingreso del país, el turismo, el cual representa hasta 10 por ciento del PIB.

A manera de ejemplo, apenas el pasado 16 de junio, Mursinombró a gobernadores. En Luxor, el corazón de la industria del turismo, nombró a Adel al-Khayyat, un miembro del grupo islamista Gamaa al-Islamiyya que en 1997 organizó la matanza de 58 turistas justamente en Luxor para acabar con esta industria en el gobierno de Mubarak.

El nombramiento llevó al ministro de Turismo de Mursi a renunciar y posteriormente Khayyat renunció también. Pero la acción es muy reveladora de en dónde estaban puestas las prioridades de Mursi.

Hoy Adli Mansur, el nuevo presidente interino, ha querido nombrar al premio Nobel de la Paz, Mohamed ElBaradei, como primer ministro.

Es un primer buen paso para que el Ejército deje en claro que ellos no quieren quedarse al frente del poder, pero comoElBaradei estuvo en la boleta electoral pasada, hay quejas de que lo que no logró ElBaradei en las urnas hace unos meses hoy quiera ser impuesto por los militares.

Todo es una gran incógnita en Egipto. Lo único seguro es que la transición que, parecía, se daría rápido con el éxito inicial de la primavera árabe, hoy se antoja muchísimo más complicada.

 

                   @AnaPOrdorica

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