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Guerrero hoy, como Chiapas en 94

Superiberia

 

Dos mil catorce no es 1994. Y a esa afirmación habría que agregar: menos mal.

Pese a los duros momentos que está atravesando el país, no estamos reviviendo (aún) aquellos aciagos tiempos. Sin embargo, sí hay algunas similitudes con lo que ocurría hace dos décadas.

Por la vía de las reformas, México buscaba en 1994 ingresar en el primer mundo.

Claro, aquellas reformas, las del segundo trienio de la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, no tenían el consenso político de las actuales. Habían sido aprobadas por la abrumadora mayoría priista surgida de la elección de 1991.

Pero entonces hubo momentos, como ahora, en que una parte del país sentía que, al sincronizarnos con la globalización, podríamos despegar económicamente… hasta que la realidad de Chiapas nos hizo despertar a todos de ese sueño.

Hoy estamos un poco como hace 20 años. En la ruta hacia el primer mundo, pero con un lastre de subdesarrollo en el sur del país.

La diferencia es que ahora el peor caso no es Chiapas sino Guerrero. Y que ese estado, a diferencia de aquél, lleva una década gobernado por un partido distinto a los que han detentado la Presidencia en los últimos 85 años.

Guerrero es hoy —igual que lo era Chiapas hace 20 años— el resultado de malas decisiones económicas.

Y aunque Chiapas sigue teniendo el Producto Interno Bruto per cápita más bajo del país (48 mil 632 pesos anuales), el de Guerrero ya no está muy lejos (54 mil 738 pesos anuales). Mientras el PIB de Chiapas pasó de 195 mil millones de pesos en 2005 a 233 mil millones de pesos en 2012 (a precios constantes de 2008, un incremento de 19.6%), el de Guerrero pasó, en el mismo lapso, 163 mil 946 millones de pesos a 185 mil 496 (un incremento de 13.1%).

En 2012, el ingreso promedio de los guerrerenses era de apenas 47.6% del ingreso promedio de los mexicanos.

De acuerdo con los Semáforos Estatales, del observatorio económico México ¿Cómo Vamos?, siete de diez indicadores de Guerrero están en rojo, dos en amarillo y uno en verde.

Por ejemplo, el crecimiento económico del estado fue 1.4% en enero-marzo de 2014 comparado con el mismo periodo de 2013, según el último reporte del Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE), publicado por el INEGI. En cambio, Chiapas creció 5.2 por ciento.

Le pregunto a Viridiana Ríos, colaboradora de Excélsior y directora de México ¿Cómo Vamos?, si Guerrero es un Estado fallido.

“No me gusta esa expresión porque es poco clara y amarillista”, me responde. “Más bien diría que Guerrero es una economía que crece a tasas extremadamente bajas. Pero no sólo no crece sino que parte de un nivel bajo de desarrollo.

“Es decir, está en el peor de los mundos. Su PIB es bajo y no crece. Hay estados que tienen un PIB bajo, como Chiapas, pero están creciendo. Y hay entidades que no crecen, pero tienen un alto nivel de desarrollo y entonces no es tan grave. Pero Guerrero no tiene ninguna de las dos cosas.”

Guerrero se está convirtiendo con rapidez en el cabús de la República —apenas contribuyó con 0.02% al crecimiento nacional en el último reporte del ITAEE, cuatro veces menos que Chiapas—, pudiendo ser, por su localización y sus recursos naturales, un estado cuyos habitantes vivieran con niveles por encima de la media nacional. Por el contrario, las malas decisiones económicas —como basar el desarrollo del estado en el turismo y una agricultura de menor valor agregado— ha generado el nivel más bajo de empleo formal como porcentaje de la Población Económicamente Activa: de 10.2 a 10.4 por ciento.

Además, Guerrero no sólo vive grandes tensiones sociales —igual que lo era Chiapas en 1994— sino también tiene el agravante de la ingobernabilidad, producto de muchos años de no hacer valer el Estado de derecho, y la penetración del crimen organizado en sus instituciones.

El jueves 2, en este mismo espacio, le di datos de cómo ha evolucionado la delincuencia en Guerrero desde 2005 a la fecha. En aquel año, de acuerdo con cifras oficiales, hubo 539 homicidios dolosos y 11 secuestros. En 2013 se registraron dos mil 87 asesinatos y 207 secuestros.

Y quizá el ERPI no sea ni la sombra de lo que fue el Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento de Lucio Cabañas —menos aún, es el EZLN—, pero su reaparición, así sea escenográfica, en momentos en que el estado se ha convulsionado por el ataque contra los normalistas en Iguala y el secuestro de 43 de ellos, no sirve para serenar los ánimos.

Un estado así puede poner en jaque el desarrollo de todo el país. Lo que ocurre en Guerrero es del conocimiento de la comunidad internacional —sin duda no ayudó mucho en la percepción mundial que un estudiante alemán resultara herido en un retén policiaco— y no sería raro que metiera la duda en quienes piensan en invertir en el país. 

¿Se imagina un Tianguis Turístico en Acapulco en estos momentos? Pues faltan pocos meses para que se realice esa feria y está por verse si los operadores turísticos estarán muy entusiasmados en viajar al puerto para ofertar sus paquetes.

En suma, Guerrero necesita una verdadera reorientación de prioridades. Y eso pasa, en el corto plazo, por hacer a un lado las causas de su ingobernabilidad.

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