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La gotera infame

Superiberia

El fin del mundo se instaló en la casa la mañana en que del techo de la cochera una gota persistente humedeció un muro. Recordé el texto de Ibargüengoitia en el cual afirma que los mexicanos somos maestros en dar las malas noticias. La empleada de los Ibargüengoitia les dijo así:

—Como que se abombó el techo.

Se refería al enemigo número uno de las casas viejas: la humedad. Lo mismo pasó en el techo de la casa de usted: se abombó, y de qué forma. Arriba de la cochera se ubica el baño. La empleada de toda nuestra vida adulta dijo:

—De razón yo veía la pared empapada.

Averiguaciones previas. Deducciones: un tubo de la tina o del lavabo. Hago cálculos mentales. Esta vieja casa de la Condesa se inauguró en 1940, más o menos. Durante los veinte años que llevamos habitándola, nunca se rompió un tubo. En cierto sentido esto ha sido un milagro. Me gusta vivir dentro de la burbuja de un milagro. No creo que la viuda que nos vendió la casa haya cambiado tubo alguno, no tenía en qué caerse muerta, además tenía un hijo bueno y uno malo, pero ése es otro cuento. Calculo: tubos de más de sesenta años. No le revelo a nadie mi presentimiento nefando.

—Que venga Francisco —se oye la orden en algún lugar de la casa, un trabajador de todas nuestras confianzas, magnífico, imaginativo como pocos y cuyo único defecto es que viene cuando le da la gana.

Salgo a la cochera. La gota se ha convertido en un fino río que avanza sobre la orografía de la pared. El techo se abombó. Miro las manchas y la pequeña cascada que baja como si estuviera frente a un Rembrandt.

—Romper la pared para buscar el tubo roto —dijo Francisco.

—De razón yo veía que la pared estaba cada vez más mojada.

Empieza aquello. El marro y el cincel. Francisco trae un ayudante. Rompen la esquina de uno de los muros con mosaicos de 1940. Me quejaba del ruido de la calle, pero esto es para volverse loco. Un investigador del MIT no sería tan preciso en sus descubrimientos como Francisco: —Encontré una fuga, pero hay otra debajo de la tina ¿La quito?

Cuando Francisco pregunta, en realidad afirma, quiso decir: voy a quitar la tina. En casa recibimos la noticia como una bomba. Un estruendo. Malos humores. Frases hirientes. Le hicimos los honores a la vieja tina cuando bajó del primer piso como un féretro rumbo a la cochera. Creo que dije algo así como que una época se iba con la vieja tina. ¿No tenía razón?

Una oquedad. Donde estaba la tina hay un hoyazo donde podríamos enterrar el cadáver de un hombre de 1.80 metros de estatura. Sí, una tumba sin sosiego. El tubo roto apareció. Imagino que debajo de las tinas se esconden los huesos de un muerto del sexenio de Ávila Camacho. El baño es una desgracia.

Francisco se va ufano. —Mañana regreso a seguir rompiendo.

En la noche abandono la cama para orinar. Entro a un cuarto en obra negra. Regreso a la cama desanimado y miro al techo como si ahí estuviera escrita la respuesta a los misterios del mundo. La decisión de revisar toda la tubería fue mía. Un error mental. Los tubos del lavabo, los de water, en fin. El baño nuevo costará una fortuna. Mientras tiraban el azulejo amarillo de hace más sesenta años, el cincel perforó el muro del cuarto de mi hijo Alonso. Un agujero en la pared. Puedo ver la televisión del cuarto de Alonso desde el baño. Pierdo los estribos.

—Francisco, derribar el muro no estaba en nuestros planes.

—Se rellena con cemento y queda como nuevo.

Como nuevo. En la cochera hay veinte sacos de cascajo. Deshacernos de ellos será una obra de romanos. El mundo desprecia los materiales del derribo. En las viejas casas de la Condesa, los arquitectos planeaban todo alrededor de un solo baño completo.

No hay agua caliente en casa, nos encontramos al borde de la desintegración psíquica. Francisco trabaja a marchas forzadas. Necesitamos de un albañil para el repellado, un pegazulejero puede también poner el piso nuevo, la plomería corre a cargo de Francisco.

Imagino la construcción del Templo Mayor, en situaciones así uno piensa tonterías. Esto costará una fortuna. ¿Alguien puede hacerme un préstamo puente? El presentimiento nefando se ha cumplido.

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