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LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Superiberia

 Por: Andrés Timoteo  / columnista

Ayer se celebró el Día de la Libertad de Expresión, un derecho universal que, en teoría, tienen todos los seres humanos. La Libertad de Prensa sólo es uno de los elementos de la Libertad de Expresión, cuyo espectro es amplio e incluye a todos los que desean pronunciar su opinión sobre lo que quieran. La Constitución Política de México lo ampara en dos artículos, el sexto y el séptimo.

El sexto se enfoca a la definición general: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”, y “toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión”.

El séptimo toca a la prensa: “Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna Ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública”.  Son leyes que se deben conocer y, por supuesto, hacerlas recordar cada vez que se pueda.

La práctica es diferente a lo ideal. Hoy ejercer ese derecho es una tarea riesgosa y, en algunos lugares, hasta imposible. El País sigue sumergido en una vorágine de violencia contra la actividad periodística, sobre todo en aquellas zonas dominadas por el crimen organizado. Son casi 100 los periodistas asesinados en el último par de décadas.

La frecuencia de los ataques contra quienes ejercen el periodismo se elevó desde el sexenio del panista Felipe Calderón y el actual, el del priista Enrique Peña Nieto. Esos doce años han sido mortales para la prensa, atrapada en una guerra irregular, la cual es aprovechada, obviamente, por el aparato de Estado para también silenciarla. No sólo los narcotraficantes matan, lo hacen en complicidad con los políticos y viceversa.

En el recuento histórico, después de Argentina y Colombia -el primero con una dictadura que concluyó hace más de 30 años y el segundo con una guerra formal con guerrilleros y paramilitares, además de los cárteles del narcotráfico-, México es el tercer País con más comunicadores abatidos del continente.  Veracruz es un capítulo puntual en este contexto de terror en México.

Los dos sexenios de la fidelidad diezmaron a la colectividad y el ejercicio periodísticos: 25 asesinatos, seis colegas desaparecidos y una prensa arrodillada a base de terror y dinero. Es necesario recomponer las cosas y dignificar el ejercicio periodístico. Por eso, en el proceso de cambio de régimen hay resistencias, pues tanto la comunidad reporteril como el empresariado de los medios se acostumbró a la censura que cuando llega algo diferente, lo combaten.

 

ACOSTUMBRADOS A LO MALO

Una referencia de Europa para ilustrar lo que sucede a nivel local. El próximo año se cumplirán tres décadas de que el dictador rumano Nicolae Ceausescu fue violentamente echado del poder y aunque trató de huir, en cuestión de horas se le detuvo y se le sometió a un juicio militar. Fue condenado y fusilado junto con su esposa Elena Ceausescu, quien era una pieza clave en el reinado de terror que por treinta años se vivió en Rumanía.

Las televisoras europeas ya están difundiendo reportajes sobre el caso Rumanía y uno de ellos se enfoca al papel que tuvo la prensa durante el régimen de los Ceausescu. “Fuimos, en cierta manera, cómplices de ellos”, reconoce el director de uno de los principales periódicos de Bucarest, la capital rumana. “No se podía hacer otra cosa, era ensalzar a los Ceausescu, en especial a Elena, si no querías tener a la Policía política en la Redacción o en tu casa, y ser sometido a un interrogatorio o detenido”, dijo una redactora veterana.

Pero el día que inició la llamada Revolución Romana, el 21 de diciembre de 1989, el dictador ofreció su último discurso ante la multitud que lo abucheó y pisoteó pancartas con las fotografías de él y su esposa. Esas imágenes fueron captadas por televisoras y fotógrafos extranjeros, no por los rumanos. En el documental se pregunta, décadas después, a los directivos de televisión, a los reporteros en el sitio y a los propios camarógrafos por qué no habían grabado y trasmitido la escena del pueblo repudiando la imagen del matrimonio Ceausescu.

“Por ética, debimos conservar la ética en ese momento tan difícil”, fue la respuesta que asombró los entrevistadores. Y claro, es para escandalizarse porque siendo periodistas no se ocuparon de documentar la noticia que estaba sucediendo: el pueblo levantado en ese primer momento, en un acto de rebeldía y desafío al régimen gobernante. Prefirieron seguir filmando al dictador o moviendo las cámaras a los edificios en lugar de grabar a la multitud enardecida.

Ahí se comprobó que la costumbre se vuelve norma, y la norma a veces es más fuerte que la Ley misma y el sentido común -léase: el oficio periodístico, en este caso-. Obviamente, la mayoría de los periodistas rumanos estudiaron, trabajaron y llegaron a cargos directivos en las tres décadas que duró la dictadura, para ellos difundir noticias y no alabanzas al gobernante era una falta de ética. Algo indebido, la costumbre los dominó.

Guardando las distancias y los tamaños, eso sucede en muchos medios de Veracruz. Doce años bajo el régimen de la fidelidad en los que realizaron alabanzas en lugar de periodismo, provocó una crisis tanto en empresas periodísticas como en los mismos comunicadores

Tan acostumbrados estaban a lo malo, que cuando se rompió esa relación perversa prensa-gobierno, hay quienes alegan represión por no tener convenios publicitarios ni subvenciones económicas bajo la mesa.

Lo que sucede en la Entidad desde finales del 2016 es digno de un estudio sociológico, los investigadores deberán hacer su parte sobre esta coyuntura: documentar para darle una explicación a las consecuencias de la sacudida social que produjo el cambio de régimen en la prensa veracruzana, pues una buena parte de ella quedó huérfana y con el desafío de algo que casi olvidó: hacer periodismo y ganarse el sustento por cuenta propia.

En ese contexto se está y aunque no se pueden echar las campanas al vuelo, hay una bocanada de libertad al quedar rota la relación de complicidad para hacer alabanza en lugar de periodismo y eso no sólo hay que aprovecharlo sino también celebrarlo. Los compañeros que, in situ (en el sitio) reportean y comunican, honran el oficio, lo mismo que los directivos y propietarios de medios de información que hacen posible tal libertad. Enhorabuena por todos.

 

ACORDE CON EL MUNDIAL

Dos días estuvo de gira el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador por Veracruz. Encabezó mítines en Xalapa y Martínez de la Torre. El primero, realizado el pasado martes, fue multitudinario.  

El llamado que hizo el candidato presidencial de la coalición Morena-PT-PES al “voto parejo” o “de cascada”. López Obrador pidió que los ciudadanos crucen las 5 boletas por esa alianza sin mirar perfiles ni propuestas individuales. Es una especie de voto sin razonar -el “voto en manada”, como se decía en los viejos tiempos de la hegemonía priísta-, y así, con el famoso ‘efecto Peje’ pretende jalar votos más que los candidatos locales.

Mal asunto porque se pide a los ciudadanos eliminar su voluntad y votar como si fueran autómatas. Y miren que es atrevida tal petición, pues el candidato a la Gubernatura, Cuitláhuac García, demostró en esos días tremendas taras propositivas y discursivas. Tuvo pifias verbales que fueron la comidilla en las redes sociales. En Martínez de la Torre, al querer arremeter contra el gobernante en turno terminó evidenciándose él mismo y al propio López Obrador.

Pero no fue un lapsus mental ni un resbalón del subconsciente como algunos han afirmado. No, fue el resultado de su falta de preparación para la retórica. García Jiménez es un hombre estudiado, es catedrático universitario, pero su pereza para prepararse en la política es supina. Se lanza al ruedo sin tomar clases de oratoria y ni siquiera ensayar o por lo menos memorizar el discurso, y ahí están las consecuencias: el ridículo, convertirse en el patiño del momento.

Tan flojo es el candidato de Morena que, en su participación durante el mitin en Xalapa, ¿saben qué le dijo a la multitud presente? “Busquen en las redes (sociales) y en nuestros folletos todas las propuestas de un servidor”. Comodidad total para evitarse la fatiga. Tenía al público a su disposición, a miles de personas, era el momento de ofrecerles sus propuestas y ¡los manda a surfear en el internet o a leer la propaganda impresa!

Muchos de los seguidores de López Obrador no saben leer y otros vienen de zonas rurales donde no hay internet o nunca han manejado una computadora. Ese es el nivel de holgazanería de Cuitláhuac García y más allá de las pifias verbales en las que incurre, lo grave es su falta de preparación y la irresponsabilidad de querer ser gobernador sin ofrecer siquiera una plataforma de propuestas a cambio y sin cultivarse para ser un buen servidor público.

Por cierto, en su gira por Veracruz, López Obrador anunció que el cierre de su campaña lo realizará en el Estadio Azteca el próximo 27 de junio, mientras que Cuitláhuac García lo hará en el estadio Luis “El Pirata” de la Fuente, en Boca del Río, el 23 de junio. Ahí lleva mano el priista orizabeño, Fidel Kuri Grajales, concesionario del recinto y de quien se dice opera para Morena y no para el PRI, del que tanto se benefició. Así, para estar acorde con los tiempos mundialistas, ambos candidatos llegarán a las canchas de fútbol.

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