Dados los calendarios de las elecciones presidenciales, cada 12 años se reabre la ventana de la relación bilateral entre México y Estados Unidos. Esta vez tenemos la reelección de Barack Obama, el 6 de noviembre, y la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, el primero de diciembre. Este es el momento en que nuevas iniciativas son posibles. El tema de la seguridad ha dominado la relación bilateral desde el 9/11 y toda una serie de temas adicionales han sido largamente pospuestos. En los meses por venir hay una buena oportunidad de comenzar a equilibrar la relación y de emprender un camino más positivo.
La seguridad, aunque más precisamente el anti terrorismo, ha dominado la perspectiva estadunidense sobre el mundo y Latinoamérica desde el 9/11. México también puso la seguridad como primer punto durante la administración del presidente Felipe Calderón, en su lucha contra los cárteles de la droga. Otros temas, tales como la reforma migratoria, el mejoramiento de la competitividad regional, fueron dejados atrás u olvidados. El mayor intento por rebalancear la relación durante este periodo se dio durante los trabajos de la Asociación para la Seguridad y la Prosperidad en América del Norte (ASPAN), que cumplió un rato, trabajó en las sombras y murió en la oscuridad en 2009.Procurar seguridad para sus ciudadanos es una función esencial del Estado. También es posible usar la seguridad como motivo para promover el desarrollo social y económico. Por ejemplo, el presidente Eisenhower usó la seguridad nacional como el motivo para construir el sistema de carreteras interestatales que transformaron el sistema de transportación de Estados Unidos. El problema más amplio con la seguridad es que suele enfatizar la reducción de riesgos, más que la maximización de oportunidades. Con la seguridad como óptica, la relación bilateral México-EU ha sido vista como una serie de riesgos que deben ser administrados en lugar de constituir una serie de oportunidades a ser promovidas. Por primera vez en muchos años veo una real posibilidad de alcanzar una reforma migratoria en Estados Unidos. La fuerza del voto hispano en la pasada elección presidencial y la realidad demográfica de que el bloque hispánico continuará creciendo son la llamada despertadora para el partido Republicano. Este partido está realizando actualmente una autocrítica y yo espero que se abran oportunidades que apoyen la reforma migratoria en el próximo Congreso.
Hay además otras áreas donde prioridades conjuntas pueden ser desarrolladas. Ambos países están preocupados por la competitividad económica de la región, con un especial énfasis en la industria del conocimiento, con inversiones y desarrollo en la creación de fuerza de trabajo altamente capacitada. Ambos países están concentrados en desarrollar energías que protejan el medio ambiente. Y los dos países están comprometidos en la creación de una frontera común segura.
Uno de los principales problemas del Tratado de Libre Comercio (TLC) fue que sus principales promotores y defensores fueron las grandes industrias y el sector financiero. Mientras los beneficios de la liberalización comercial fueron compartidos de manera equitativa en las sociedades, los costos se concentraron en comunidades específicas. Visto como un proyecto de grandes negocios, el TLC careció de apoyo político más allá de estas fronteras, por lo que todos los esfuerzos por crear un TLC plus fallaron.
En el contexto actual, es posible revivir el proyecto para promover competitividad y aun una mayor integración económica, si el proyecto es combinado con iniciativas que sean vistas como benéficas para la clase media y para los trabajadores también. Hay muchos obstáculos para tal proyecto, pero no hay mejor tiempos que ahora para plantar ideas. El Presidente electo de México visitará Washington y Ottawa hacia finales de mes. No hay mejor tiempo para avanzar en este sentido.
Director del Proyecto México de la U.
Georgetown.
