in

“Miedo a los vivos, no a los muertos”

Superiberia

Yanga.- Poca gente cree en los muertos, pero la gran mayoría de los vecinos que viven junto al cementerio municipal piensan que “miedo, solamente hay que tenerle a los vivos”.

Así lo considera Hilario Arzaba Díaz, de 81 años, y quien lleva viviendo 18 años en calle 10 y Libramiento, a unos 200 metros del camposanto.

Cuenta que hace algunos años de madrugada, “todavía se escuchaba que una mujer pasaba por la calle, hacia el Libramiento, pero nunca la veíamos. Luego, por toda la calle 7, se oía un caballo que pasaba a rajatabla”, pero hoy, dice convencido, ya con tanta gente mala, que roba, asalta y mata, “ya no le tenemos miedo a los muertos, sino a los que están vivos”.

Por su parte, Víctor, de 66 años, cuya familia vive pegado a la barda perimetral del panteón, en un taller de carrocerías, sobre avenida 11 y calle 10, que es la calle del cementerio, cuenta convencido que “aquí espantan de noche; se oyen voces de niños y una vez que me fui a tomar unas cervezas en la entrada del panteón, ya de noche, me hablaron por mi nombre”.

“El que no crea, nomás que se acerque a las 12 de la noche y que se quede quieto un ratito y verá lo que siente”, aseguró con un poco de burla. A Víctor le ha tocado escuchar como llora un niño frente a la entrada del cementerio. También, dice, pueden escucharse voces de niños, a quienes no se les entiende lo que hablan, pero que asegura son los “chaneques”.

Mientras realizaba la limpieza y  arreglo de unas tumbas, Gerardo Martínez Pacheco, 57 años, contó que se ha quedado a dormir varias veces en el panteón y “también en el descanso; eso fue cuando murió mi madre y me quedé borracho. Cuando desperté eran las 6 de la mañana, me levanté y me fui, no vi nada, no se siente nada, no vi, ni escuché ningún muerto”.

Alfredo Guzmán Martínez, de 62 años, lleva 34 años trabajando como encargado del cementerio, y cuenta sin sugestiones que ha vivido y visto varias cosas, como la llorona, que una vez pasó a mediodía y se fue abriendo brecha en los cañales.

Apoyado por su vecino Santos Salgado, explica que una de las tumbas más antiguas de este camposanto data del Siglo XVII, y era de un señor que se llamó Diego Zurita, aunque existen vestigios de otra del año 1886.

“Aquí hay dos tumbas. Hace como 20 años, un señor que también ya falleció, me dijo que eran de sus padrinos de bautizo”, indica.

Otra anécdota, dice, es la de un señor que se llamaba Manuel Reyes; él era carnicero y también fue tesorero del Ayuntamiento. Hace 20 años, siempre venía al panteón a rezarle a la tumba de su mujer, pero una vez, cuando se agachó en la llave del agua, para lavarse las manos vio a una viejita que llegó por atrás, y cuando se dirigió a ella, la mujer ya no estaba”.

A unos 50 metros del panteón, en la colonia Paraíso, vive la familia de Reyna, de 51 años. “Aquí hemos salido muy temprano, a las 5 o 6 de la mañana, cuando vamos con los vecinos al rosario, y también en la noche, mi hijo se ha quedado haciendo su tarea, ha amanecido y nunca hemos oído nada”, reitera la mujer.

 

Antonio Osorio

El Buen Tono

CANAL OFICIAL

La historia de la zapatilla

Lleno de colorido el Día de Muertos