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El minutero

Superiberia

 

LA MUERTE TIENE PERMISO

 

Sucedió en algún lugar del país -o en alguno de Veracruz-. Los pobladores del municipio de San Juan de las Manzanas acudieron a la audiencia pública que daba un tribunal popular para tratar un asunto de suma importancia. Delante del juez y de un grupo de notables ingenieros –los que representan la modernidad y la ciencia-, un campesino de nombre Sacramento expuso la amarga queja de sus  paisanos contra el presidente municipal que se había convertido en un tiranuelo.

Sacramento relató que el alcalde se enriqueció al despojar de sus tierras a los lugareños con artimañas legaloides e impuestos abusivos, además  se apropió del único canal de agua y lo cerró para que su  rancho fuera el único que aprovechara el liquido, lo que provocó que en tiempos de sequía los campesinos casi se murieran de hambre al perder la mayor parte de sus cosechas por la escasez de riego. El presidente municipal de San Juan de las Manzanas también se hacía rodear por un grupo de guaruras que en realidad eran matones. Nadie se le podía acercar ni nadie podía cuestionar ni mucho menos oponerse a sus caprichos.

 Así, cuando el hijo de Sacramento se armó de valor para irle a reclamar sus abusos, un día en que se pasó de copas, los guaruras lo asesinaron. “Me lo devolvieron difunto, con la cara destrozada”, se quejó Sacramento frente al tribunal. Todavía peor, el edil y sus matones quisieron divertirse con las jovencitas del pueblo y secuestraron a dos para abusar sexualmente de ellas. “Se las llevaron p’al monte y aí las dejaron tiradas. Cuando regresaron las muchachas, en muy malas condiciones porque hasta las golpearon, ni siquiera pudimos preguntar nada”, relató. 

Abuso de poder, despojo de tierra, corrupción gubernamental, levantones de niñas y asesinato de jóvenes–vaya coincidencia: como sucede en Veracruz-. Fue el rosario de hechos delictivos que cometía  “tan mala autoridad” en San Juan de las Manzanas según el paisano Sacramento quien planteó  la petición de todos sus coterráneos: “solicitamos su gracia para castigar al presidente municipal de San Juan de las Manzanas. Solicitamos su venia para hacernos justicia por nuestra propia mano”. 

El juez presidente y el grupo de notables ingenieros quedaron perplejos con el relato, discutieron entre sí, algunos alegaron que conceder el permiso para que la turbamulta se  hiciera justicia por cuenta propia era permitir el regreso a la barbarie, tolerar actos fuera de la ley y no correspondía a gente civilizada que tiene instituciones. Sin embargo, también consideraron que los campesinos se habían quejado de haber acudido a otras instancias de autoridad sin respuesta alguna y que estaban desesperados porque la justicia no los amparaba ante el dictadorzuelo. Ante eso, otros miembros del honorable tribunal argumentaron que la petición de justicia era justa, válgase la redundancia, y desoírla era una especie de cobardía para los que ostentan una representación popular.

 En fin para no complicarse la vida recurrieron a lo más democrático: la votación entre los presentes.Sí todos lo avalaban, la autorización para la auto-justicia de los labriegos emanaría de la vox populi. Y Así fue, votaron y todos elevaron la mano a favor. Entonces, el juez dijo solemne: “La asamblea da permiso a los pobladores de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan”.  Al escuchar el veredicto y sin inmutarse, Sacramento, el representante de los campesinos, respondió de forma sencilla: “Pos muchas gracias por el permiso pero como nadie nos hacía caso, desde ayer el presidente municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.

 Tal es el resumen del magnífico cuento “La muerte tiene permiso” del escritor sonorense Edmundo Valadés.  El relato fue escrito hace 60 años pero encaja perfectamente con los que sucede actualmente en el país y por supuesto en Veracruz, donde hay un hartazgo de la ciudadanía ante una autoridad fallida, “tan mala”, como decía el campesino Sacramento. La violencia y el crimen tienen sometida a la población y nadie hace algo por combatirla. Se secuestran jóvenes, se matan muchachos, se cometen asaltos y despojos, se amenaza, se extorsiona, se tortura y se asesina, y  no hay quien los pare.

 El hartazgo de los veracruzanos es evidente, solo hay que saber leerlo. El surgimiento de grupos vecinales que se arman  para recorrer y defender  sus colonias o comunidades son parte de esa expresión de fastidio ante la inacción de la policía y de la procuraduría. No falta mucho para que se concreten las “autodefensas” armadas para hacer frente directamente a los criminales como ha sucedido en otras entidades. Es más, ya hay ensayos en algunos punto de Veracruz. 

También el salir a las calles a marchar, a mostrar la indignación, es otro síntoma de que el pueblo se cansó. Este fin de semana hubo marchas en Coatzacoalcos, Minatitlán y Jalapa, el próximo habrá en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río y en quince días en Córdoba pero no esas caminatas han mutado, ya no son iguales a las anteriores.  Es algo que no debe pasar desapercibido porque también es una radiografía del momento. Esas caminatas ciudadanas aunque llevan el nombre de “Marcha por la Paz” ya no solo contienen el clamor para que retorne la tranquilidad sino hay un común denominador que es el repudio contra el gobierno. 

Marchan para patentizar la reprobación a los operativos policíacos –algunos llamados “blindajes” y otros “mandos únicos”- que no funcionan pues  los delincuentes siguen delinquiendo en sus narices y marchan para  manifestar el rechazo a la conducción de investigaciones por parte de la procuraduría de justicia. En pocas palabras, es el repudio a una autoridad mala y fallida. Los veracruzanos están hartos también de que se les insulte con frases como la de comprarse un perro para cuidarse  de los malechores o de que se niegue la realidad diciendo el “aquí no pasa nada y no hay lugar para los que infringen la ley”. 

Están ofendidos porque las últimas semanas han sido de una violencia inaudita: taxistas y jóvenes victimados, una niña y su tía que aparecieron sin vida después de dos meses de secuestro y cuyos cuerpos fueron escondidos una semana por el gobierno estatal hasta que concluyera la visita de senadores y funcionarios federales, un abogado y un empresario ejecutados también en aquella zona sur, el maestro Luis Sainz muerto en un asalto en Córdoba, y el fin de semana la ejecución del cañero y constructor Teodulo León Martínez  plena luz del día en Potrero Nuevo  y del exjuez, Perfectino Alemán Riande,  actual asesor del mismo procurador Luis Ángel Bravo Contreras,  que apareció sin vida en Jalapa.

 Por cierto, además de ser cercanísimo al procurador Bravo Contreras pues ambos hicieron negocios cuando Alemán Riande fue juez en Orizaba y el segundo era litigante en la zona centro.

 Así pues, los últimos han sido días aciagos y hay una ciudadanía furiosa porque  se siente abandonada por el gobierno, no confía ni en los policías ni en los ministerios públicos ni en los jueces. Si, en Veracruz parece que todo lleva a la versión del cuento  “La muerte tiene permiso”, a los veracruzanos los  están arrinconando para hacerse justicia por cuenta propia, a suplir a las autoridades para cuidar a los suyos como sucedió en Michoacán con las guardias rurales de autodefensa. 

 

CÓRDOBA DE LAS MANZANAS

 

El caso del alcalde Tomás Ríos Bernal es una perla. La ciudad que gobierna está asolada por la violencia y ¿qué hace?. Emite un boletín insulso de cinco párrafos dando condolencias a un pueblo que necesita acciones. Emite retórica cuando los que pagan su salario requieren que trabaje para garantizar su seguridad. Se limita a repetir como un robot que hay confianza en el “mando único policial” que no han servido de nada.

 Es cierto, el ayuntamiento no tiene la capacidad de armar ni conducir una corporación policíaca de alto nivel pero es irresponsable mantener el apoyo a una fallida política de seguridad pública guiada desde Jalapa. ¿Por qué no va a la Ciudad de México a pedir audiencia con los secretarios de la Defensa, de la Marina, de Gobernación o  con el mismo presidente Enrique Peña Nieto para pedir apoyo?, ¿por qué no se atreve a cuestionar y señalar el fracaso de los operativos que implantan en la ciudad?, y como mínimo, ¿por qué no se une a los ciudadanos para marchar  hasta Jalapa exigiendo efectividad en las acciones de seguridad?.

 Pese a ser la voz de los cordobeses –para eso lo eligieron- ¿qué es lo que hace?, los abandona a su suerte bajo la tonta excusa que  solo es coadyuvante de las instancias estatales, a las que hace el tibio llamado de “redoblar esfuerzos para proporcionar resultados sensibles en el corto plazo”, como dice en su desabrido comunicado. En ese  mismo boletín ni siquiera tuvo el valor de mencionar por su nombre el motivo del escrito, el homicidio del  profesor Luis Sainz, que indignó a todos. Tal vez lo omitió para no incomodar al gobernante en turno pese a que éste  ni le da presupuesto y lo tiene castigado sin obras por  su militancia de oposición.

 Valiente edil. Si por él fuera estaría escondido debajo del catre junto con el resto de sus ineficientes regidores. Es cierto,  Ríos Bernal no despoja a campesinos ni trae matones como guaruras pero con su gobierno de cobardía es igual de dañino que aquel presidente municipal de San Juan de las Manzanas descrito en  el cuento de Valadés. Sin duda, Tomás Ríos está frente a la historia y si no recapacita y actúa, el tribunal popular lo juzgará como un alcalde blandengue y convenenciero, y terminará arrojándolo al basurero de la memoria.

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