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SAN LORENZO DE LOS DADOS

Superiberia

Por: Andrés Timoteo  /  columnista

SAN LORENZO DE LOS DADOS

San Lorenzo de los Negros, el primer pueblo libre de América, fundado a base de rebeldía y resistencia de los esclavos africanos que escaparon de las haciendas cafetaleras en plena colonia española, pudo haber cambiado de nombre en estas fechas. Eso por la ambición del alcalde que padecen en Yanga, Apolinar Crivelli, quien se confabuló para convertir a Yanga en tierra de las apuestas, ya no de la lucha libertaria.

El frívolo munícipe dio la venia, sin consultarlo con el Cabildo ni con la población, a la televisora TV Azteca, del multimillonario Ricardo Salinas Pliego, para instalar un casino. El centro de apuestas, hay que recordarlo, recibió la autorización del Gobierno Federal que está por concluir y es parte de esos ‘pagos’ de favores que el presidente Enrique Peña Nieto hizo a empresas como TV Azteca por adularlo todo el sexenio.

Esto recuerda los 450 permisos para casinos que, en el 2005 al final de su sexenio, entregó el panista Vicente Fox, a través de su entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel.  El principal beneficiario de ese paquete para operar casas de apuestas fue Televisa con casi 170 concesiones, pero en el listado figuraba también Olegario Vázquez Raña, dueño del Grupo Imagen -que edita la cadena de periódicos los Soles- y Carlos Enrique Abraham Mafud, concesionario de TV Azteca en Yucatán.

Con el también panista Felipe Calderón se entregaron 100 permisos para operar máquinas tragamonedas en varios puntos del País en condiciones similares, pues se dieron en noviembre del 2012, un mes antes de concluir su presidencia. Ahora Peña Nieto se ajusta a esa tradición de recompensar a sus “aliados” mediáticos. Según la información que se ha dado a conocer, el pasado 13 de septiembre, la Secretaría de Gobernación entregó la concesión a la empresa Azteca SAPI de CV.

Esa compañía es filial de TV Azteca SAB de CV y el domicilio para la instalación del casino es el número 910-A de la avenida 1 en la colonia Campo Deportivo del municipio de Yanga. Para obtener la venia de Gobernación obviamente se requirió previamente la anuencia del Ayuntamiento -léase: del Presidente Municipal-.

Teóricamente en Yanga deberá operar el casino durante 25 años y en el mismo se harán apuestas vía Internet, telefónica y electrónica, así como cruces de apuestas de eventos, competencias deportivas y juegos en el extranjero o en territorio nacional que se transmitan en tiempo real, además de sorteos de números, símbolos, figuras y/o colores como Póker, Texas Hold’em, Baccarat y Black Jack, Craps, y captar  apuestas de hipódromos, galgódromos y frontones”, según reveló el diario Reforma.

Pues bien, eso desató una tormenta mediática porque por todos es sabido que un casino no es sinónimo de prósperidad para los lugareños sino de riesgo. Son como los palenques con peleas de gallos: un nido de apostadores y campo de operación de la mafia que controla el narcomenudeo, la prostitución, la venta de alcohol, el ‘cobro de piso’ y además son los puntos de diversión de los capos del crimen organizado.

LA  ATREVIDA IGNORANCIA

En un Veracruz tan lastimado por la violencia y en la zona Centro -donde se ubica Yanga- que desde unos años a la fecha mantiene una estadística mortal por la operación de bandas criminales, la instalación de un casino es abrirle la puerta y poner una alfombra roja a los maleantes. Yanga corre ese riesgo, y por eso muchas voces se opusieron y descalificaron al alcalde Crivelli Díaz por su irresponsabilidad.

Entre ellas la del Gobernador, quien repudió el proyecto bajo la premisa de que “Veracruz lo que requiere son más universidades, más escuelas, más centros deportivos, más parques, más instituciones en las cuales a los jóvenes se les señale el buen camino, no requerimos casinos”. No miente, la famosa “inversión de ese tamaño”, como la llamaba el Edil yanguense es un espejismo y hay más perjuicio que ganancia social.

Para operar un casino se invierte poco -lo más caro son las máquinas y la conexión a las redes- y gana mucho, pero no el pueblo sino los dueños. Un casino no opera con más de 30 personas, si se hacen cuentas generosas. ¿Cuál será el beneficio para los lugareños? ¿los que trabajen de ‘viene-viene’ -los acomodadores de coches-, los que vendan antojitos cerca del lugar o las gasolineras que llenen los tanques de los vehículos en que viajan los apostadores? Una minucia pues.

Eso sí, el Alcalde estaba más que feliz en cobrar los permisos para la televisora y, claro, los cochupos bajo la mesa, pero el costo a cambio sería catastrófico por el incremento de la inseguridad y la violencia. El entuerto en Yanga evidenció la ambición de Crivelli Díaz y tanto era el interés para ese negocio que hasta se desdijo de sus declaraciones en la campaña electoral.

Cuando era candidato denunciaba a diestra y siniestra que Yanga languidecía en la pobreza, que más de la mitad de los 17 mil habitantes viven en la miseria, pero tan pronto salió el negocio del casino, el señor Crivelli acomodó cifras para justificar la juerga. Vaya, hasta aventuró que el municipio ya no era marginal, sino que estaba en “vías de desarrollo”.

Asumiendo el papel de experto en estadísticas, anticipó que el resultado del “censo del 2017” (sic) demostrará que “Yanga no es pobre”, declaró a la prensa. No cabe duda de que la ignorancia es atrevida. Pues bien, al inculto y lengua floja del edil Crivelli no le quedó otra opción que recular y con dolor de su corazón tal vez tendrá que regresar los sobornos recibidos de TV Azteca, pues el casino no se instalará, al menos eso lo ha prometido.

Sin embargo, nadie debe fiarse porque si algo distingue a ese Alcalde es la proclividad para mentir. Muchos de los yanguenses que votaron por él ya están arrepentidos de llevar a un personaje tan frívolo al poder municipal. Este señor es la superficialidad andando, ya se veía fotografiado al lado de Salinas Pliego, según contaba entusiasmado a sus allegados.

JÓVENES AL RESCATE

Es una propuesta novedosa, pero con suficiente lógica histórica. El próximo presidente, Andrés Manuel López Obrador, convocará a los jóvenes para ser los protagonistas del rescate de la Nación. Para ello se deberán incorporar a las fuerzas armadas y policiacas que tendrá como objetivo la pacificación del País en el sexenio venidero. El llamado será para 50 mil jóvenes con los cuales renovar generacionalmente a los cuadros del orden.

Las corporaciones civiles y militares serán convertidas en instituciones de pacificación más que de represión, como han funcionado en las últimas décadas. La idea tiene doble propósito, ambos nobles. Uno, garantizar que esos 50 mil jóvenes accedan a un puesto laboral con prestaciones sociales para mejorar su nivel de vida, combatiendo en buena parte la desocupación en el sector juvenil que conlleva a recurrir a la delincuencia, el subempleo, el comercio informal o la migración.

Por el otro lado, es un clamor para que los jóvenes sean protagonistas de ese cambio que requiere el País: el de serenarlo y trabajar por la paz. ¿Habrá bajas? sí, por supuesto. ¿Costará trabajo? también, y mucho. ¿Se corromperán los nuevos guardianes? algunos, como siempre sucede, pero por otro lado la ganancia para el País podría ser enorme.

La coyuntura es especial porque en ese cambio de paradigma que se pretende para la política de seguridad pública, se necesita el arrojo e ímpetu de los jóvenes, quienes a lo largo de la historia han sido los protagonistas de las revoluciones, armadas o pacíficas. Los jóvenes siempre han sido el motor de los cambios sociales y ahora eso puede suceder en México.

Tal es el recurso inédito, apostarle a la juventud para renovar las Fuerzas del Orden. Los nuevos guardianes, por su naturaleza, pueden anteponer el amor patriótico sobre los intereses personales para rescatar a México. ¿Suena utópico? por supuesto, pero la utopía es el carburante de la juventud y, además, hay ejemplos comprobados a lo largo de toda la historia de la humanidad de que funciona, que los jóvenes son la clave para modificar las cosas. A esperar, pues.

EL ADOLORIDO

En cosas menos agradables, desde San Lázaro confirman que el diputado federal -todavía priista-, Héctor Yunes Landa, anda furibundo por los pasillos porque la importancia política que esperaba en el recinto parlamentario nada más no se ve y ¡¡ está perdido en la inmensidad de una minoría!! Es uno de los 47 diputados y nadie lo requiere para nada importante. La famosa vicecoordinación que le asignaron es un cargo de trámite y hasta la diputada porteña, Ana Guadalupe Ingram, tiene más rejuego en su bancada que él.

No obstante, lo que más le pesa al excandidato a la gubernatura es el desaire que percibe en la entidad por esos con los que pactó, traicionando al abanderado del tricolor, José Yunes Zorrilla. Se pretendía erigir como un aliado estratégico de Cuitláhuac García al manejar a una mini bancada priista en la próxima Legislatura y al único diputado del PVEM que habrá, y que se supone sería su hija, Andrea Yunes, luego de que maniobró para arrebatarle esa posición al dirigente estatal de ese Partido, Marcelo Ruiz Sánchez.

 Ahora se sabe que el arribo de la hija todavía no es definitivo, ya que tendrá que esperar un fallo judicial y que el escaño de su compadre, Jorge Moreno Salinas, también pende de un criterio judicial.  Lo doloroso es que nadie de sus ‘nuevos aliados’ ni Cuitláhuac García, ni Eric Cisneros y ningún legislador electo de ese Partido se ha acercado para ofrecerle algo, negociar pues.

Hace días Yunes Landa descargó su enojo -y también su desesperación porque nadie lo toma en cuenta- en un artículo que paga como gacetilla en algunos medios informativos que tituló “La Cuarta Transformación o transformación de cuarta”. ¡Cuánto dolor hay en esa frase tan sesuda! El contenido no vale la pena.

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