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A 100 días

Superiberia

Por tradición norteamericana, el primer corte de caja para evaluar un gobierno es a sus 100 días. En el caso de Enrique Peña Nieto podemos apuntar como distintivos de ese periodo inicial los siguientes elementos:

1) Los mandatarios suelen ser valorados también por sus colaboradores. Se podrá decir que Peña Nieto viene acompañado de la vieja guardia priista, lo que para muchos es indicio de una restauración al viejo estilo. Pero puede darse también la lectura de que Peña, a diferencia de, por ejemplo, Felipe Calderón, no tiene problema de ser comparado con viejos lobos de mar, con tiburones políticos de larga experiencia que podrían hacerle sombra (y de ahí lo limitado, en general, del gabinete de Calderón). Pero más importante es sacar buenos resultados, desplegar un buen desempeño, mostrar un manejo experimentado de los asuntos públicos, que al final, quien más se beneficiará de todo ello es el propio Presidente.

2) El Pacto por México es leído por muchos como muestra de imposición del PRI sobre sus amilanados opositores (o sus “colaboracionistas” dentro de ellos). Pero yo lo leo como un reconocimiento de los nuevos tiempos, de que el PRI no puede gobernar como antaño ni imponer su programa en el actual contexto de pluralismo político y prefiere convocar a la oposición a participar con sus propios planteamientos (los que puedan ser compatibles entre sí). La prueba de fuego del Pacto serán las reformas a telecomunicaciones, la fiscal y la energética, donde podría naufragar.

3) La regulación de créditos a nivel federal, estatal y municipal permitirá poner frenos a los excesos mostrados durante estos años, cuando los gobiernos del PAN confundieron federalismo con dar más recursos a los poderes locales sin contrapesos de vigilancia y rendición de cuentas.

4) La reforma educativa, un primer producto del Pacto, va en la dirección correcta. Falta desde luego ver cómo aterriza en la Ley General de Educación, pues es ahí donde se verá su verdadero potencial transformador.

5) La detención de Elba Esther Gordillo es celebrada, pero también recibida con varias reservas. Para muchos es la reedición de un viejo mecanismo priista para dar al presidente mayor fuerza, popularidad, margen de negociación y respetabilidad entre propios y extraños. Pero no se traduce en un freno eficaz contra la corrupción ni la impunidad, pues al ser un hecho aislado y aplicado a un adversario político, no genera efectos disuasivos a futuro. Falta por ver si es el primer paso de otras medidas similares que sí puedan generar ese efecto disuasivo, en cuyo caso el Elbazo podría interpretarse como inicio de un plan más amplio y sistémico.

6) No queda claro en qué se distingue la política de seguridad de Peña respecto al de Calderón. Más medidas preventivas, cierto, que en todo caso arrojarán resultados a mediano plazo y no bastan en sí mismas para detener la violencia. Viene el compromiso de los gobernadores para aceptar un mando único policiaco a nivel estatal, que podría mejorar el control y la eficacia en la lucha contra la delincuencia (y prevenir la filtración y sometimiento policiaco por el crimen organizado). Pero por otro lado, la proliferación de policías comunitarias podría ir en sentido contrario, generado mayor fragmentación y descontrol. Varios incidentes negativos son focos rojos de hacia dónde puede eso derivar. No queda clara la posición al respecto del gobierno federal. Pero será hasta finales de año cuando se pueda valorar si hay reducción importante de la violencia criminal, o las cosas siguen esencialmente igual.

Sin embargo, se trata más de expectativas, de buenas señales, de intenciones en la dirección correcta, pero que no pueden todavía aquilatarse plenamente sino hasta que aterricen más plenamente con resultados concretos.

* Investigador del CIDE

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