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DÍA DEL TRABAJO

Superiberia

Suspendido el desfile oficial del Día del Trabajo en la capital del Estado debido al miedo de que la marcha obrera  terminara en rechiflas y ‘corretizas’ de funcionarios estatales –como ha ocurrido en años anteriores-,  el domingo  primero de mayo no fue inmóvil sino que hubo movilizaciones paralelas a la iniciativa ciudadana y de organizaciones ajenas al oficialismo, que demostró el grado de repudio de la clase trabajadora  hacia la administración estatal.

Por las calles xalapeñas marcharon activistas, maestros disidentes, jubilados, catedráticos de la Universidad Veracruzana y sindicatos ajenos a las centrales obreras priistas reclamando respeto a los derechos laborales, el pago de los adeudos a la casa de estudios, la entrega puntual de las pensiones mensuales a los burócratas jubilados y otros asuntos pendientes que la administración estatal tiene para con la clase asalariada.

En las exigencias también se incluyeron indirectamente el pago de las deudas millonarias que el gobierno estatal tiene con empresarios proveedores y prestadores de servicios, los cuales se han visto obligados a despedir personal debido a la crisis financiera por no recuperar esos pasivos. Es decir, el conflicto que la administración estatal tiene con la iniciativa privada golpea indirectamente a la clase trabajadora.

 Estos reclamos –junto con otros temas que han calado en la opinión pública como el asesinato de reporteros, la desaparición de jóvenes por el crimen organizado y la policía estatal, y los accidentes en plantas de Petróleos Mexicanos (Pemex)- también se repitieron en varias ciudades donde sí se realizaron los desfiles de este día festivo oficial. Hace tiempo que el Día del Trabajo en México dejó  de ser una fecha de festejo para convertirse en una jornada de marchas de repulsa a las autoridades.

Ante ello, los gobernantes y la jerarquía sindical optan por huir de la turbamulta y se encierran en lugares protegidos. En Xalapa, el gobernante estatal, Javier Duarte desayunó a puerta cerrada en Casa Veracruz con los dirigentes de las centrales obreras adheridas al PRI, lo que mostró, una vez más, la separación de los líderes charros y el poder político con el pueblo que grita en las calles.

 Algo similar se dio en la Ciudad de México, donde el Presidente Enrique Peña Nieto realizó una ceremonia en la residencia de Los Pinos con las cúpulas de los sindicatos y lejos de las calles capitalinas donde marcharon más de veinte mil personas repudiando la política económica de su administración, la violación de derechos laborales, los atropellos contra maestros y activistas, y su responsabilidad en la ola de violencia que azota a todo el territorio mexicano.

En ambos sitios, Casa Veracruz y Los Pinos se habló de una realidad diferente de la que vive el pueblo, se ponderaron logros y proyectos políticos que son válidos solo para la burbuja de la clase gobernante y la jerarquía de las organizaciones sindicales. Desde hace mucho, los gobernantes dejaron de ser representantes de los trabajadores y pasaron a ser sus verdugos.

NOCHE DE PIE

 Por cierto, en el contexto del Día del Trabajo, en Francia miles de personas desfilaron este año con una consigna generalizada: el repudio a la reforma de la Ley del Trabajo que comenzará a discutirse este martes y será votada el próximo 17 de mayo. Esta reforma pretende acotar derechos de los asalariados y que perjudica especialmente a los jóvenes que se van a incorporar al campo laboral en un futuro. En París y otras ciudades, los desfiles se aderezaron con enfrentamientos de manifestantes contra la policía.

Fue una réplica de la gran movilización del pasado jueves 28 de abril, también contra la Ley del Trabajo,  en la que participaron casi 500 mil personas en todo el país y que  registró enfrentamientos entre la policía y los manifestantes con saldo de decenas de detenidos así como automóviles incendiados y varios descalabrados, además de la  convulsión en el tráfico vehicular.

Algo que llena de esperanza y que lamentablemente es contrario a lo que sucede en México, las movilizaciones son conducidas e integradas en su mayoría por jóvenes, sobre todo estudiantes universitarios, de bachillerato y de escuelas secundarias –les llaman liceos- porque saben que ellos serán los afectados en un futuro inmediato si permiten que se concrete la imposición de reglas laborales leoninas. La juventud francesa está en revuelta y desde hace varias semanas,  miles mantienen copada la Plaza de la República en un plantón llamado “Nuit debout” o “Noche de pie”.

Tal es el  movimiento con un impacto e importancia puntual para el resto del mundo, porque es una enseñanza de la juventud insumisa y dispuesta a cambiar las cosas. Es un fenómeno similar al movimiento de Los Indignados en España y los “Occupy Wall Street” en Estados Unidos del 2011 que quedaron inscritos en la historia moderna porque, a su vez, impulsaron la conciencia mundial sobre el manejo de la economía y la política en manos de los interesados en coartar las libertades, elevar las ganancias para los grandes capitales y eliminar el futuro de millones de personas.

El sábado pasado se cumplió un mes de campamento permanente en Plaza de la República de París, y más de 400 artistas  se congregaron para realizar un gran concierto al aire libre, no solo de rock y expresiones modernas sino de orquestas de música clásica. La ocupación de la Plaza de la República, a los pies de Marianne, la madre de la patria, inició con el repudio a la reforma de la Ley del Trabajo que va más allá, tiene que ver un hartazgo ciudadano del modelo económico que está diseñado para enriquecer a unos cuantos y empobrecer a las mayorías. Es una enseñanza al resto de los países.

 

ANAVERSA, UN

CUARTO DE SIGLO

 Hablando del grado de indiferencia que hay en Veracruz, es inimaginable el nivel de irresponsabilidad y desmemoria de los cordobeses frente al caso de la empresa Agricultura Nacional de Veracruz S. A.  (Anaversa), ubicada en el barrio de Las Estaciones y donde el 3 de mayo de 1991, hace un cuarto de siglo,  se dio uno de los desastres químicos más graves del mundo, sólo  comparado a los sucedidos en Bhopal, India (1984) y Seveso,  Italia (1976).

Ese día, la explosión en la fábrica de pesticidas y fertilizantes liberó dioxinas altamente mutágenas –es decir, que tienen la capacidad de provocar mutaciones en las células que derivan en cáncer o en malformaciones congénitas-,  las cuales tienen una vida activa de por lo menos cien años. Que las sustancias que en 1991 se elevaron por los aires en forma de humo –color verde como lo recuerdan los mismos cordobeses- o corrieron por las calles cuando los bomberos usaron agua para tratar de sofocar el fuego, estarán activas por lo menos hasta el 2091.

La indiferencia de los cordobeses radica en que han permitido que las autoridades corruptas, especialmente las del Ayuntamiento encabezado por el panista Tomás Ríos Bernal, lancen proyectos estúpidos –y la palabra no es una ofensa sino una descripción- como el usar el predio donde se ubicaba la fábrica para construir un mercado o permitir que los dueños del lugar hayan demolido parte del mismo y arrojado los escombros en un lote baldío de la colonia El Paraíso.

Toda persona que tenga contacto permanente tanto con el edificio como con los escombros contaminados es vulnerable a contaminarse con las dioxinas que les provocarán algún tipo de cáncer. Eso es  lo que los cordobeses no entienden y prefieren mostrarse indiferentes en lugar de ponerle un alto a las autoridades convenencieras que por un puño de dinero – en sobornos, claro- están dispuestas a atentar contra la salud pública.

El caso Anaversa es todo un ejemplo de la cadena de irresponsabilidades y omisiones mortales.  Desde el momento del accidente no sólo se usó agua para sofocar el fuego, cuando debió ser un agente químico que encapsulara las sustancias venenosas, sino que las autoridades se negaron a evacuar por lo menos 19 colonias donde se esparció la nube tóxica para evitar que los lugareños estuvieran expuestos a la misma y se rechazó la realización de un barrido epidemiológico para detectar el grado de contaminación los pobladores.

Después, cuando comenzaron a surgir las enfermedades cancerígenas entre la población y los casos de nacimientos con malformaciones genéticas, especialmente las decenas de niños anencefálicos que ha sido documentada por la prensa,  el gobierno municipal y federal negó apoyo a los afectados, les cerró las puertas y desmintió públicamente que las muertes o malformaciones congénitas estuvieran relacionados con el desastre químico de Anaversa.

El ejemplo más denigrante y criminal lo dio el propio Ríos Bernal que junto con su síndico, Gerardo Buganza –quien desde hace 25 años, por cierto, vive del erario público, saltando de cargo en cargo y de partido en partido-, durante su primera administración municipal (1995-1997) desaparecieron un fideicomiso de 100 millones de pesos creado por el entonces gobernador Dante Delgado Rannauro para apoyar a los enfermos de Anaversa. Ríos y Buganza se gastaron –la otra versión es que se lo embolsaron- ese dinero en la construcción de la reja de un parque – cuyos barrotes  debieron ser de oro puro  para costar millones de pesos- y en una campaña de ‘descacharrización’ para eliminar el hábitat del moquito transmisor del dengue.

¿Cuántos cordobeses  han muerto en los últimos 25 años? La Asociación de Enfermos y Afectados de Anaversa detuvo  su conteo cuando llegaron a 3 mil 500 decesos pero los expertos calculan son más de 15 mil personas que desarrollaron diferentes tipos de cáncer y el pronóstico es terrible pues se estima que a largo plazo serán más de 50 mil cordobeses los que presentarán alguna enfermedad cancerígena por estar en contacto con las dioxinas activas de Anaversa.

La sabiduría popular dice que “no tiene culpa el indio sino el que lo hace compadre”, así que personajes como Tomás Ríos y otros funcionarios y empresarios que pretenden abrir al público el edificio de Anaversa y enterrar en el olvido ese desastre químico aun cuando siga cobrando vidas, no son los culpables sino los mismos habitantes de Córdoba que les han permitido hacer tremendos disparates. La apatía de los cordobeses tiene un saldo mortal y entonces para Córdoba también es válida aquella máxima de que “el pueblo que elige –y tolera – a los gobernantes corruptos,  no es víctima sino cómplice”.

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