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Mar de Fondo

Superiberia

De manera trágica, la profesora Elba Esther Gordillo ha terminado su largo reinado como líder sindical de los profesores de enseñanza básica en México, el SNTE. Los delitos que se le imputan, por su evidencia y vulgaridad, formaban parte desde hace mucho tiempo del imaginario colectivo, pero nadie se atrevía a tocarla. Ningún gobierno, ninguna instancia judicial o hacendaria se atrevía a hacer algo. Era uno de esos poderes fácticos con los que el país tenía que caminar, agachando la cabeza, como avergonzado por este humillante contubernio entre una líder sindical y los diferentes gobiernos.

Gordillo construyó a lo largo de 24 años un poder indescriptible no sólo al interior del sindicato de profesores, sino también en las altas esferas del poder político. Su papel desfiguró el sentido real de un gremio para convertirlo en una instancia de chantaje, corrupción y privilegios de un pequeño grupo de sindicalizados; una actividad que a la postre condujo a la mediocridad y a los bajos niveles que hoy exhibe la educación básica de nuestro país.

De ese poder interno pasó a ser una pieza clave del sistema político, un aliado insustituible de los grupos y las fracciones del poder. Cuando esas relaciones llegaron a un momento de crisis, la profesora simplemente cambió de partido y de aliados, llegando incluso a formar su propio partido político y sumando a sus filas a los mismos profesores que tuvieron que dividir sus tareas entre el aula y el trabajo proselitista o electoral. Desde ahí la profesora acrecentó su poder, elevando la cotización de sus votos y de sus alianzas con el resto de la clase política.

Fue ese papel y esa relación que estableció con la clase política y el poder gubernamental lo que la hizo intocable, elevando el cinismo y la desfachatez con la que se comportaba en el escenario político. Surgida de las viejas estructuras del PRI, su poder creció, sin embargo, bajo el amparo de los gobiernos presidenciales del PAN, que la buscaron y la hicieron aliada cuando su tarea principal era desmantelar el nefasto cacicazgo que representaba. No es gratuito que el desprestigio con el que ahora carga este partido tenga una de sus fuentes principales en ese amasiato y ese estilo de gobernar que mostraron tanto Fox como Felipe Calderón.

Desde hace tiempo, el liderazgo y la fuerza de la profesora habían empezado a debilitarse, pero ella, atrapada en su soberbia, no podía percatarse de su nueva situación. Un signo evidente fue la elección presidencial de 2012 en la que ningún partido, pero sobre todo el PRI, quiso ir en alianza con ella. La segunda seña aún más clara fue el nombramiento de Emilio Chuayffet como nuevo secretario de educación en el gobierno de Enrique Peña Nieto, un personaje cuya designación parecía avisar nítidamente que el nuevo gobierno iba por el rescate de la SEP, y sin pasar por negociaciones con la maestra.

Sin embargo, lo que precipitó su caída fue la oposición y resistencia que mostró la profesora frente a la reforma educativa propuesta por el gobierno de Peña Nieto. El primer círculo del gobierno federal entendió claramente que, primero, esa resistencia encabezada por la Gordillo podía llevar a un profundo desgaste que haría, al final, descarrilar la reforma; y segundo, quizás lo más importante, que ese escenario tendría efectos claramente negativos para el gobierno de EPN.

Dicho en otros términos, el gobierno no podía darse el lujo de permitir que una de sus primeras reformas prioritarias, la educativa, fracasara por la oposición de la Gordillo, pues eso mostraría a un gobierno débil en sus primeras acciones y, lo más peligroso, abriría un escenario más complicado para el resto de reformas que están en la agenda del gobierno. Para poder sacar las reformas más urgentes y prioritarias para EPN, era necesario sacar adelante primero la educativa; de otra forma la ruta de las reformas se haría cuesta arriba.

Una segunda explicación, ligada a la anterior, es que necesariamente una reforma educativa en México sólo es posible quitando del camino a un enorme obstáculo como es la Gordillo, o por lo menos puede ser el principio de cambios más sustanciales. Si esa es la premisa de su aprehensión, tenemos que reconocérselo al gobierno de Peña Nieto. Falta verlo en la práctica.

Contrario a otras visiones que ven en todo la mano negra y el uso faccioso de la ley, en este caso lo que logra apreciarse es un empeño por seguir el “debido proceso” en los cargos contra la profesora; una clara determinación para terminar con su cacicazgo que tanto daño le ha causado a la educación de los niños en nuestro país; además de una cierta voluntad para desarticular los poderes fácticos que gobiernan tras bambalinas. Sin echar las campanas al vuelo, puede ser el principio de algo que no llegó con la primera alternancia.

Por lo pronto, el corrupto cacicazgo de la profesora ha terminado. *El autor es analista político.

Correo electrónico: beneruizv@hotmail.com

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