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¿Por qué una Presidenta?

Superiberia

 

Razones para considerar el nombramiento de una mujer como Presidenta de la Suprema Corte de Justicia:

Los historiadores afirman que “al menos, en los últimos cinco mil o seis mil años” las mujeres hemos sido borradas del espacio público. 

La diferencia sexual ha significado desigualdad legal en perjuicio de las mujeres. 

Es evidente que el hecho de que sea nombrada una mujer para este importante cargo, no será una “varita mágica” para modificar esos torturantes milenios, pero es señal de que la sociedad mexicana tiene voluntad para ello.

A nadie se le escapa la importancia que el sistema de justicia ha tenido en el mantenimiento y reproducción de un sistema que trivializa la vida y experiencias de la mitad de la
población mexicana. 

Si una mujer ocupa la Presidencia, algo está cambiando, y a profundidad. 

Será una señal de que los ministros de la Corte se hacen cargo de la urgencia de trastocar prejuicios y estereotipos que dañan
la dignidad.

Nuestro sistema de justicia tiene que ser otro. No pongo en los hombros de una sola persona esa enorme responsabilidad; sí hago un llamado para que empecemos por lo que parece más fácil: el nombramiento de quien dirigirá los destinos de este poder.

Se trata de que, reconociendo las capacidades de quienes integran la Suprema Corte de Justicia, se elija a quien aporte aire fresco y vientos de modernidad. 

Un nombramiento que se incrustará subrepticiamente en las conciencias y desde ahí, los mecanismos inconscientes trabajarán poco a poco para ir desarmando falsos argumentos en contra de todas las mujeres.

Se daría un paso para modificar la creencia de que las necesidades de los hombres son las necesidades de toda la humanidad y las de las mujeres son simplemente “específicas”. 

No basta con el hecho de que la Presidencia la ocupe una mujer para que el derecho deje de ser androcéntrico, que es lo mismo que decir no objetivo, no neutral y definitivamente parcial al sexo masculino. 

Urge, en tiempos de tanta violencia, una señal de esta
naturaleza.

Todas las formas de discriminación y opresión son igualmente oprobiosas, pero la que histórica y demográficamente (52%) ocupa un lugar prioritario, es la que se ejerce contra el género femenino. 

Injusticia que, si no se toman medidas, y sólo confiar en que la inercia hará los cambios trascendentes, producirá que millones de niñas mexicanas continúen viviendo con miedo.

No hay que olvidar que, como dice Alda Facio: “Las personas somos parte de una red humana interdependiente en la que lo que afecta a una también afecta
a la otra. 

Así como la oprimida es deshumanizada, el opresor también pierde su pertenencia a la humanidad en cuanto oprime
otra vida”.

Cuando se trata de cambiar una concepción sobre las relaciones entre hombres y mujeres debe abordarse el problema
integralmente. 

Importa tanto lo simbólico como lo concreto; ocupar cargos de toma de decisiones, ser reconocida como capaz, ser considerada idónea, han sido honores negados.

Cuando se habla de derecho, hay que recordar las palabras de Olimpia de Gouges, autora de Los derechos de la mujer y la ciudadana, en plena Revolución Francesa, texto por el que fue enviada a la guillotina: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te
lo pregunta”.

 *Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género

clarasch18@hotmail.com

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