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Pambazos: Un antojito goloso

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Nacional.- Los pambazos, amados y omnipresentes en ferias, celebraciones y puestos callejeros, han conquistado paladares con su sabor inconfundible. Pero, ¿de dónde provienen y cuál es su misterioso origen? Las teorías varían, desde complacer a una emperatriz hasta traer consigo los ecos del Virreinato. ¡Te invitamos a descubrir la fascinante historia detrás de este antojito mexicano!

La leyenda imperial de los pambazos

Cuenta una leyenda que este delicioso manjar mexicano nació en Xalapa, Veracruz, en honor a la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano de Habsburgo. Se atribuye la creación de los pambazos al hábil cocinero Josef Tüdös, quien, según la historia, recibió el peculiar encargo de confeccionar un pan que emulara la forma del volcán Citlaltépetl (Pico de Orizaba), un capricho real que se volvió una delicia popular. Rellenos con frijol, mayonesa, jamón, pollo deshebrado, chorizo, lechuga, cebolla y chile chipotle adobado, los pambazos se convirtieron en un manjar que conquistó los corazones y estómagos de muchos.

El rastro del pambazo en el Virreinato

Otra teoría sitúa el origen de los pambazos durante el Virreinato, donde se introdujo la producción del “pan basso”. Este pan, elaborado con mezclas económicas de harina de baja calidad, huevo y leche, se hacía en establecimientos exclusivos conocidos como pambacerías. A lo largo del tiempo, esta creación evolucionó hasta convertirse en el emblemático platillo que deleita a los comensales en la actualidad.

Hoy en día, el pambazo se presenta como un pan ovalado y esponjado, semejante a una torta, untado con salsa de guajillo y relleno de papa, chorizo y lechuga. El proceso incluye bañar la telera en un adobo de chile guajillo en el comal, permitiendo que el pan absorba los sabores de la salsa. Este manjar ha perdurado a lo largo de los años, convirtiéndose en un clásico de la comida callejera en la Ciudad de México, donde los puestos especializados ofrecen este deleite acompañado de su inconfundible aroma.

Así, los pambazos no solo encierran una deliciosa combinación de sabores, sino también una historia rica y fascinante que se ha transmitido a través de generaciones, convirtiéndolos en un patrimonio culinario amado por todos.

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